jueves, 29 de octubre de 2020

"Hablar con el paciente es la única forma de atender a la persona"

Decidió estudiar Medicina por consejo. Cuando Belén García Busto (Villaviciosa, 1958) concluyó sus estudios de Bachiller en la Universidad Laboral de Cáceres tenía 17 años y aquella carrera universitaria le parecía que "era para hijos de médico o gente pudiente". Una orientadora escuchó atenta sus intereses jóvenes: "Era muy de ciencias, pero cuando hicimos los test de orientación aquella persona me dijo que tenía que apostar por algo más humano, no solo científico". La medicina se cruzó en sus planes y desde que acabó la carrera no ha dejado de ejercerla con toda su capacidad empática, que es mucha. Hoy Belén García Busto es médica de familia del centro de salud de Cudillero.

Tiene 62 años y está cerca de la jubilación. ¿Cómo afronta esta etapa profesional?

-No puedo retirarme hasta los 66,5 años. Cuando veo las cosas chungas, me digo: "Me queda poco". Cuando me toque, lo haré. Es cierto que me gusta mucho mi trabajo, pero creo que todos tenemos unos ciclos que cumplir y no pienso aferrarme a la vida laboral.

¿Cómo recuerda sus inicios laborales?

Me tocó una época mala e hice muchas sustituciones. Trabajé siempre en el área sanitaria de Gijón y rodé por todos los centros de salud de Gijón, Villaviciosa y Candás. Cuando saqué la plaza, hace una década, elegí Cudillero.

¿Por qué?

Por la costa. Pude optar a otra plaza en Mieres que, por cierto, me quedaba más cerca de Gijón, donde vivo, pero la mar, Cudillero, la luz... mi experiencia por haber atendido a familias marineras en Tazones... No lo dudé.

¿Cómo es su día a día?

A las seis pongo el despertador y luego suena a los diez minutos... (risas); a la segunda ya me levanto . Tardo 40 minutos en llegar a Cudillero. Entro a trabajar las ocho de la mañana y salgo a las tres de la tarde, bueno... siempre son más de las tres. Me encanta ir de montaña cuando puedo; hago taichi y para mí es importante meditar porque permite conectar con el cuerpo para resetear la mente. Estar con la familia también me resetea.

- Acaba de preguntar a un matrimonio que estaba en la sala de espera por cuestiones de su vida personal. ¿Hay que conocer más al paciente?

Es importante conocer a la persona. ¡Es que son personas! Quiero decir que hay que conocer la dimensión del otro, saber quién es su familia, qué intereses tiene, lo que le gusta, lo que no, lo que hace en su tiempo libre, si le llega el dinero a fin de mes, si le gusta hacer deporte o no... porque en consulta acertarás mejor. Por ejemplo, me llega una paciente mujer con dolores musculares debajo de la axila... pues no es lo mismo que sea deportista y haga pesas a que no lo haga.

O sea, que hay que hablar con el paciente.

Sí. Es la única forma de tratar a la persona y no al número. Sin estos 'datos blandos' me resultaría más difícil pasar consulta.

Una médica de familia, como en su caso, puede llegar a atender a las mismas personas desde la juventud hasta el final de la vida. ¿Cómo vive este proceso y la llegada de la muerte?

Es algo que une mucho. Se vive con mucha responsabilidad porque quieres que tu paciente se muera bien. Sabes que se va a morir y, en ese sentido, yo no hago duelo por el fallecimiento de esa persona. Pero durante el periodo de la agonía y en los últimos días sientó una presión fuerte porque quiero que esté bien, que no tenga dolor, que no sienta tanta ansiedad... Hay que acompañar a la persona.

¿Cómo se acompaña bien? ¿Con conversaciones, hablando de buenos recuerdos?

Con la presencia ya haces mucho. Aunque yo también me intereso por la persona. Siempre le pregunto: "¿hay algo que quieras saber?". Algunos quieren hablar y otros no. Lo que me llena de orgullo es cuando sabes que en el hospital les han ofrecido cuidados paliativos y ellos dicen: "no, no, ya tengo a mi doctora". Saben que yo haré lo que pueda dentro de mis posibilidades y que, si hay algo a lo que no llego, pediré asesoría en mi área sanitaria.

¿Le enganchó la medicina?

Los estudios no me engancharon. Eso sí, me gusta el ejercicio de la medicina, practicarla con humanidad. Y en esto tenía razón aquella orientadora que me aconsejó estudiar la carrera médica: que me podía gustar la ciencia, pero que yo necesitaba interacción humana.

Con todo lo que cuenta, ¿diría que el trato actual a los pacientes es el adecuado?

Hay tantos tratos como profesionales. ¿Cómo debería ser? Hay que ser consciente de que tienes a una persona con todas sus dimensiones y no es un enfermo, no es un anónimo. Es una persona y hay que considerarla entera, con sus circunstancias sociales también. Hay que facilitar la toma de decisiones y no decidir por ella. Proporcionar toda la información al nivel que pueda manejar y dejar que decidan.

¿Eso ocurre?

A veces me preguntan qué haría en su lugar. Y yo contesto que no soy ellos. Pero en ocasiones es cierto que me mojo, sobre todo con esos pacientes que me dicen... "tú me conoces, sabes cómo soy, ¿qué te parece mejor?".

Habla de ofrecer información comprensible al paciente. ¿No se hace?

Muchas veces vienen del especialista con el informe para que se lo expliques. Ojo, no es nada que opine yo. Es lo que dice la ley y a lo que estamos obligados. Al paciente se le debe proporcionar información accesible a su nivel de compresión.

¿Cómo se debe trasladar un diagnóstico grave?

Por ley tenemos que informarlo. Tampoco estoy de acuerdo con meter el dedo en el ojo. No se trata de decir: 'Escúchame bien, a ver si lo entiendes, tienes un cáncer de estómago terminal". Eso no. Yo siempre insisto con mi pregunta: "¿quieres saber algo más?" Y ya enseguida veo lo que necesita y quiere el paciente. Hay personas que sí profundizan y otras que no.

Un ejercicio que implica un gran desgaste emocional.

Siempre me pongo en el lugar del paciente y a mí me gustaría que me contaran qué tengo. Soy muy empática. Yo querría saber. Si a mí, como médica, me preguntan directamente y no contesto por miedo a su desgaste emocional, estoy traicionando su confianza. Eso sí, hay gente que no pregunta. Tienen derecho a saber y a no querer saber. Lo que no debes decir si hay algo malo es "no es nada, no te quejes". Tampoco hay que recordar todos los días ese diagnóstico grave.

¿Mantenerse positivo es tan importante como se cree para encarar mejor la enfermedad?

Lo emocional afecta siempre, pero no se cura un cáncer con una actitud positiva. Morir nos vamos a morir todos. La cuestión es cuándo y de qué. ¿No te mueres con una actitud positiva? Lo que está claro es que una actitud negativa afecta negativamente. Una actitud positiva es buena en general para la vida. Lo que se busca es morir de forma confortable, que la persona esté tranquila, no que no esté sufriendo excesivamente... con relajación, con la ansiedad calmada, acompañada de sus seres queridos y en casa si así lo desea, aunque sin obsesionarse. A mí me parece mejor en casa y a muchos pacientes también, pero hay familias que no quieren y es respetable.

¿Cuáles son las bondades de la medicina rural?

Es la que conserva la esencia de la medicina de familia. Puedes conocer al paciente en su faceta de persona y tienes una visión psicosocial amplia. Pasas consulta a hermanos, padres, primos... es más fácil tener una visión global. No digo que en la zona urbana no la haya, pero aquí es más fácil.

¿Tiene que ver la presión asistencial, el número de pacientes que se atienden por día?

Veo a 40 pacientes al día. No a 80 o 90, pero sí a 40. Desde que llegué aquí programo la agenda para dedicar ocho minutos a cada paciente.

¿Qué opina de la consulta telefónica ahora que tiene más importancia por la pandemia del coronavirus?

Hay cosas que se resuelven bien por teléfono. Y hay casos. Hay también personas que no se expresan bien por teléfono y tienes que verlas. Hay gente que necesita consulta presencial. Todo depende. El resultado de una analítica lo doy sin problema por teléfono por ejemplo.

¿Es importante trabajar desde la prevención? ¿Qué papel tiene en esta apuesta la atención primaria?

La prevención tendría que llegar, primero, de las autoridades. Hay que reducir la contaminación del aire, velar por el buen estado del agua del mar y del agua potable o evitar la pobreza. Son ellos los que tienen que facilitar unas condiciones saludables de vida que, por cierto, no se dan. Hay pobreza, hay aislamiento, hay contaminación ambiental... También debe existir la detección sanitaria precoz, sí, pero lo que más afecta a la población son las medidas sociales y ambientales.

¿En qué debe cambiar la Atención Primaria?

Primero tiene que ser valorada. Cumplimos una labor importante y manejamos muchos datos. Pese a que tomamos decisiones que afectan a la salud y la vida de la gente no estamos valorados. La gente no sabe lo que somos ni lo que hacemos porque no se le dice. Sin embargo, el 85 por ciento de todos los casos se resuelven en Primaria. Los especialistas pueden trabajar mejor porque nosotros les derivamos a los pacientes preseleccionados. Si llegaran todos al especialista sería inabordable la cantidad de pruebas que autorizarían. En la medicina rural casi siempre quieren que se lo resuelvas tú.

¿Qué le parece la contratación de facultativos sin el título de especialista reconocido en España?

Me parece insultante para los profesiones y un riesgo para la población. No se valora la complejidad que manejamos. Un estudiante que acabó la carrera no sabe todavía trabajar. La preparación que tiene es importante, pero no está trabajada. Cuando acabé la carrera no necesitábamos especialidad y puedo decir que hay una diferencia grande entre tener y no tener especialidad. Yo cuando empecé no me sentí bien. La formación da la preparación para resolver más consultas porque cuando no sabes, derivas. Sí entiendo que puedan contratar a gente sin especialidad para hacer de rastreadores.

¿Qué le ha enseñado la pandemia?

Te enseña hasta qué punto somos capaces de renunciar a derechos por una supuesta seguridad, para sentirnos protegidos. A nivel profesional me resulta doloroso lo que pasa en las residencias de mayores y lo que pasa con los enfermos que se mueren sin acompañar. Esa sensación de abandono... es lo más duro de todo lo que se ha visto desde el inicio de la pandemia.

¿Está de acuerdo con el protocolo actual?

Creo que habría que humanizarlo. Cuando estoy con una enfermera distinta a la habitual y deja a los acompañantes fuera y llueve, me preocupa... Estas situaciones son fuente de una preocupación evitable.

Una situación real: una persona de 65 años con coronavirus, ingresada y con diagnóstico grave. ¿Dejaría que su hijo estuviera en la habitación del enfermo?

Sí. Lo digo sin pestañear. No comprendo que una persona que tiene muchas complicaciones está ingresada en Urgencias sin estar acompañada por sus hijos, por ejemplo. Yo querría estar con un familiar. Yo, como acompañante, asumiría el riesgo, eso sí, siendo una persona colaboradora, razonable, poniendo todas las medidas de precaución a mi alcance.

Sale su vena crítica.

Si nos seguimos contagiando, ¿qué seguridad hay con las restricciones en las residencias, por ejemplo, que no aceptan visitas? Si soy familiar de una persona que está en una residencia se me debe tratar como una ciudadana adulta y avanzada. Pídeme que me compre una bata, pídeme higiene de manos... Es cierto que al principio de todo el virus nos pilló sin herramientas e información, pero ahora hay que buscar soluciones más humanas y tener en cuenta los derechos de las personas. Hay que darle al trato humano la importancia que tiene.

¿Lo hacen bien los políticos?

Unos menos que otros. Desde mi punto de vista, en Asturias hay una buena gestión. Además, tengo confianza en las personas que están dirigiéndonos. Sé que se buscarán soluciones.

¿Cómo ve a los médicos jóvenes?

Con mucho interés y muy preparados. Tiene preocupación humanitaria y psicosocial. Con la pandemia me planteo qué les puedo enseñar yo, una que ya se va a jubilar. Soy consciente de que la visión humanitaria y psicosocial en la creo no la tienen otros profesionales. Con las restricciones actuales han aumentado las adicciones, las depresiones, los cuadros de ansiedad y obsesivos convulsivos y los brotes psicóticos. Las medidas restrictivas tienen su impacto en la salud mental. No se debe perder de vista esta realidad. Es un problema. Hay que darle importancia a la educación emocional, no enseñar sólo matemáticas, hay que saber manejar las emociones y las autoridades deben trabajar para evitar la pobreza de la gente.

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