El doctor Manuel Ruiz Borrego, del hospital Virgen del Rocío de Sevilla, ha
participado en la puesta en marcha de un fármaco que cronifica esta enfermedad
y se suministra sólo con pastillas.
Hemos
terminado de construir la primera planta de un gran edificio y ya estamos
embarcados en la segunda, con muy buenas perspectivas». De esta manera tan
gráfica describe el doctor Manuel Ruiz Borrego, coordinador de la Unidad de
Cáncer de Mama del Servicio de Oncología Médica del hospital Virgen del Rocío
de Sevilla, un nuevo tratamiento, denominado abemaciclid, capaz de controlar el
cáncer de mama con unas simples pastillas. El doctor Ruiz Borrego ha
participado en el alumbramiento de este fármaco, con el objetivo de que «la
enfermedad no recaiga en las pacientes, que no vuelva a aparecer». El
diagnóstico de esta dolencia, a día de hoy, ya no tiene unas consecuencias
terribles. «Todas las mujeres que se diagnostican de cáncer de mama en España
tienen una supervivencia del 85 por ciento. La inmensa mayoría se cura»,
asegura. En el caso de las pacientes metastásicas, ya sea porque han recaído en
la enfermedad o porque debutan en ella en un estado avanzado, no se habla de
curación, aunque la supervivencia «es alta». «Estas mujeres tienen tantos años
que, a pesar de que la enfermedad no se erradica, mueren por otros motivos que
no están vinculados al cáncer de mama». Es decir, la dolencia se cronifica
gracias, en parte, a estos fármacos, denominados inhibidores de ciclina, que
permiten una «supervivencia muy prolongada». En definitiva, una «esperanza
real», tal y como señala Ruiz Borrego, para estas pacientes, puesto que cada
vez está más avanzada la denominada oncología de precisión, con tratamientos
con menos toxicidad y más eficaces.
Abemaciclid,
por tanto, ha permitido situarnos en una nueva era en el tratamiento del cáncer
de mama metastásico, concretamente en los pacientes denominados «receptores
hormonales positivos». El fármaco se ha sintetizado en España y, tal y como
apunta el doctor, «en los estudios previos ha dado muy buenos resultados en
pacientes con un cáncer muy agresivo». No sólo se ha testado en pacientes
metastásicas, sino también en mujeres «en proceso de curación».
El proceso
para su comercialización ha sido largo, pasando por las fases preclínica y
clínica. En este último ámbito, abemaciclid pasó por ensayos de fase 1, en los
que se valoró su toxicidad; de fase 2, comprobándose su eficacia; y de fase 3,
comparándose con el estándar que había entonces. Una vez superado este último
paso, es aprobado por la agencia reguladora.
La
diferencia fundamental respecto a otros fármacos es que tiene una
administración oral muy cómoda, mediante pastillas. «Se une al tratamiento
hormonal habitual y los tiempos de control de la enfermedad son el doble». Por
tanto, no es una quimioterapia convencional, no se administra de manera
intravenosa, no produce caída de pelo y no requiere un control exhaustivo en
los hospitales de día. «Es un fármaco bastante cómodo que permite una vida
normal de las pacientes», subraya el doctor. Su uso ya está aprobado. «En dos
años ha pasado de ser unas siglas y unos números a ser usado de manera
convencional».
Ruiz
Borrego, que también es presidente de la Sociedad Andaluza de Oncología Médica
y miembro de la junta directiva del Grupo Español de Investigación en Cáncer de
Mama, remarca la importancia de un diagnóstico precoz. En este ámbito también
se pretende dar un paso más, buscando más exactitud. «Hay que seguir haciendo
el diagnóstico a través de las mamografías, tal y como corresponde por la edad,
pero avanzamos hacia técnicas cada vez más modernas de imagen», apunta el
doctor, que pone el acento también en la identificación de grupos de riesgos y
en la necesidad de evitar el sobrediagnóstico.
Con las
técnicas actuales se pueden identificar «tumores pequeños, evitándose la
afectación en la axila». Pero Ruiz Borrego va más allá y apunta a la necesidad
de identificar a mujeres que no se benefician del programa de diagnóstico
precoz.
Fuente documental:
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