Erase una vez un mundo lleno de ratones y ratas. Por haber los había de todos los tamaños, y su labor diaria les permitía según disponibilidad, hacer su trabajo a conciencia en unos casos, a medias en otros, pero en el fondo, hacían lo de siempre, dar por el culo, que a fin de cuentas es lo que mejor saben hacer.
El gran ratón, llevaba siendo el jefe desde hacía mucho tiempo. Para eso disponía de una legión de ratoncitos, que desde su más tierna infancia, de mejor o peor grado, realizaban su labor diaria de forma concienzuda y sin rechistar.
El tiempo pasaba, y los pequeños ratones crecían alegres generación tras generación. Se repartían entre ellos los cargos, ocupaban despachos, e incluso las prebendas eran su coto de caza privado de ellos, y solo para ellos. Por aquel entonces no planificaban, todo lo hacían era a golpe de ocurrencia, y sus prioridades las marcaban sus propias necesidades, lo demás se volvía irrelevante.
Pero los ratoncitos más laboriosos y con menos aspiraciones, fueron quedando en el obrador de la trastienda, a algunos de ellos, se les dejaba incluso hacer su labor cotidiana, siempre y cuando no molestaran, y eso si, cumplieran con las directrices marcadas por el gran ratón, o algunas de sus ratas con mando en plaza.
Ahora eran los que antaño fueron sus compañeros un día, los cuales habiendo sido elevados a la categoría de jefes y subjefes, eran ellos los que marcaban diariamente la labor que debían de llevar a cabo. Pero un día, aquellos laboriosos ratoncitos, que de una u otra forma sacaban el trabajo diario adelante, decidieron que ya era hora de dejar de destruir, que sería más rentable ayudar, para así poder mejorar. Es entonces cuando decidieron hablar con el jefe. Al cual le expusieron que de continuar así, el futuro no se vislumbraba muy halagüeño. Pero además, que más pronto que tarde, si continuaban destruyendo el medio que hasta hoy les había permito vivir, eso podía traerles consecuencias imprevisibles.
Al final los ratoncitos, hartos del mal follar de la “gran rata”, pero sobre todo de los esbirros que lo rodeaban, decidieron poner fin a su relación laboral.
Moraleja: No por vivir rodeado te todo tipo de lujos, se es mejor que los demás, quizás tan solo estas disfrutando de la casualidad, o de haberte pasado toda una vida siendo un arrastrado y un lameculos.
Bola extra: Hoy 19 de marzo, día San José, pero además día del Padre. Me vienen a la memoria entrañables recuerdos. Hoy también quiso el destino que en mi pueblo, tuviéramos que despedimos a D. José. Que se empeñó en marchar dejándonos el día marcado. Y lo trato de “don”, porque es algo que se ganó con creces. Fue muchas cosas, pero sobre todo, fue a migo de sus amigos. Entre el dinero y la amistad, siempre se decantó por lo segundo, cosa que algunos, muy pocos, nunca supieron entender. Seguramente porque esos pocos también estaban más acostumbrados a vivir en un mundo de ratas. Es más, hoy tampoco a las ratas se los echó en falta, ya que estábamos todos, al menos todos aquellos que lo apreciábamos, pero sobre todo, respetábamos.
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