La "medicina ética" y la "medicina estética"
A riesgo de meterme de nuevo en un maizal, daré mi punto de vista sobre las palabras pronunciadas por el doctor, al cual no tengo el gusto de conocer, y que nadie quiera ver en mis comentarios una corrección a sus reflexiones, ni mucho menos, tampoco un intento de ofender a su persona.
No obstante desde hace algún tiempo vengo hablando de la “ética en la medicina”, y de un concepto en el entorno de la sanidad, al que yo denomino “medicina estética”.
La ética en el entorno de la medicina, la practican aquellos profesionales que anteponen la atención de los pacientes, a los oscuros intereses que algunos intentan imponerles desde los despachos de la administración, para ello esos profesionales ponen todo su saber y conocimiento, así como los medios materiales de que disponen, para buscar y terminar encontrando solución a las dolencias del paciente, o simplemente reconfortan a quien llego buscando unas palabras de ánimo ante una situación imposible de entender, y difícil de resolver por sí mismo, al final en la mayoría de los casos, se crean tales vínculos de afecto entre médico y paciente, que terminan por ser uno más de la familia, configurando un circulo de amistad, que llegado el caso trae consigo graves problemas afectivos, de forma muy especial para los profesionales.
De otro lado está la que yo di en denominar “medicina estética”, que es aquella a la que nos conducen las administraciones autonómicas de la mano de unos pésimos gestores, un claro ejemplo lo tenemos en Asturias de la mano de Javier Fernández y Faustino Blanco, pero esto no se consigue por generación espontánea, hace falta el apoyo y la bendición de unos seudo profesionales, que no son más que mercenarios a las ordenes del sistema, son pocos, pero doy fe, por si sirviera de algo, que haberlos haylos.
Si un paciente pierde la confianza en el médico que lo atiende, es malo en primer lugar para el paciente, pues como vulgarmente se dice, puso en las manos del médico su vida y su plena confianza, pues en la mayoría de los casos termina siendo su confesor y amigo. Pero tiene que ser frustrante para el profesional, el de verdad, aquel que vive la medicina, ver como se aleja alguien a quien con su forma de comportarse, hace huir, buscando en la mayoría de los casos refugio en un colega, no digo que más o menos capacitado, pero si más receptivo a la pretensiones del paciente, el cual se sentía incomprendido.
La relación médico paciente tiene que ser una sola, una relación de mutua aceptación desde dos puntos de vista equidistantes, pero que deben de confluir en un punto por el bien de las dos partes. Todo ello tiene que hacerse desde el respeto, máxima comprensión, honradez profesional por parte del médico y confianza por parte del paciente, debe de imperar la máxima profesionalidad por parte de los médicos, anteponiendo su Juramento Hipocrático a los cantos de sirena que desde la administración se le pueden hacer, en algunos casos carentes de toda ética y con mucha estética.
Doctor no hace falta una grabación, hace falta sentido común y de la responsabilidad por ambas partes, no obstante, cuando el familiar de un paciente toma la decisión desde mi punto de vista extrema, de grabar una conversación médico-paciente, las cosas tienen que haberse deteriorado mucho, la desconfianza tiene que haber llegado a un punto, donde ya no existe la vuelta a tras, alguien pudiera haber cometido un fallo que no quiere ser asumido, así pues ante la gravedad de los hechos y la desesperación, no le aplaudo la decisión, pero esta legitimado, más si cabe cuando la integridad hoy día es un valor a la baja, y la responsabilidades son difíciles de asumir y en algunos casos mucho más difíciles de demostrar dado el alto grado de corporativismo existente.
La Nueva España.-19.08.2014
Los tiempos están cambiando en la sanidad
Carlos Álvarez Fernández, médico oncólogo. Oviedo Los tiempos están cambiando en la sanidad. Y no solamente por la inauguración de los nuevos centros sanitarios en Asturias, sino porque la mentalidad de las personas con respecto a su propia salud es diferente. Me refiero en concreto a la opinión publicada el pasado día 13 de agosto en las páginas de este periódico titulada "A los ingresados en el súper hospital HUCA".
No me voy a referir a los problemas que están sucediendo derivados de un cambio tan significativo en cuanto a infraestructuras y metodología de trabajo, que afectan tanto a los usuarios como a los profesionales que trabajamos en el Servicio de Salud; ni tampoco a los avances y desarrollos que en materia de diagnóstico y tratamiento de enfermedades se producen en nuestros centros sanitarios y que muy pocas veces se publicitan en los medios, comparados con los aspectos negativos que a todo el mundo llaman la atención.
Lo que hoy quiero destacar es el cambio de mentalidad que se está empezando a vislumbrar en las personas, enfermas o sanas, que acuden en busca de asistencia sanitaria. Hace ya tiempo que pasamos del tradicional paternalismo médico en el que los profesionales tenían la última palabra y decisión absoluta sobre las medidas a tomar en cada momento por la persona enferma. En este momento en el que la información está al alcance de todos por múltiples mecanismos, el usuario de la sanidad debe ser capaz de tomar las decisiones que considere más adecuadas para su salud, después de haber podido conocer y tener en consideración, sino toda, sí la mayor información posible sobre su proceso y las posibilidades terapéuticas que la ciencia médica y el sistema de salud le permiten. Es lo que se ha dado en llamar empoderamiento.
Pero esto requiere un esfuerzo por parte de todos. El personal sanitario tendría que dejar de tratar al paciente como un mero sujeto pasivo, dándole la información sobre su proceso de manera comprensible y abierta para que tome la decisión que crea conveniente para su vida. Del mismo modo el paciente tendría que ser capaz de razonar esa información, entendiendo que la medicina no es una ciencia exacta, y que las enfermedades son únicas y se presentan de manera diferente en cada individuo. Los tratamientos que se utilizan están basados en un desarrollo científico orientado a los mejores resultados en la mayoría de los individuos afectados por una enfermedad, pero es imposible que beneficien de igual modo a todos los pacientes. Las enfermedades, como las personas, son diferentes unas de otras. Dos gemelos idénticos en todo son diferentes y únicos; del mismo modo, dos personas con la misma enfermedad no sufren los mismos síntomas, ni tienen la misma evolución ni presentan la misma respuesta a similares tratamientos.
La información es importante, pero no toda la información es fiable. Es importante que cada persona conozca su proceso, y para eso existen multitud de herramientas: libros, páginas web científicas, asociaciones de pacientes..., pero ninguna de ellas sustituye a la información que su médico le puede ofrecer, ya que es él quien conoce todo su proceso y la información previa sobre su salud. Coincido con la lectora en que manejar la información, y exigirla, es fundamental. Las nuevas tecnologías son una herramienta muy útil. Atrás queda ya la época del papel y el bolígrafo, cuando tenemos teléfonos móviles que son pequeñas computadoras que nos ofrecen mil posibilidades. El grabar una conversación es una de ellas. Pero habría que tener en cuenta que el acto que se produce en una consulta entre un médico y su paciente está basado en una relación de confianza y buena voluntad. Cualquier evento que rompa ese vínculo primordial haría que lo sucedido no tuviera efecto; por eso grabar una consulta médica sin solicitar previamente el consentimiento y dejar constancia del mismo al inicio de dicha grabación complicaría gravemente la relación futura entre ambas partes (sin entrar en consideraciones legales, que también las hay) y el objetivo de lograr la mejor asistencia sanitaria para el paciente.
Del mismo modo es importante comentar que toda persona es libre de decidir la información que quiere recibir. No es raro escuchar a personas que no desean saber o conocer en profundidad su situación; y dejan que sea el médico, que es el que sabe, quien decida lo que es mejor en cuanto a su salud. Como digo, es una actitud lícita; pero quien piense así debería saber que nadie se va a preocupar más de su salud que uno mismo. El profesional sanitario hará lo que esté en su mano para ayudar a la persona, pero quien no se responsabilice de sus actos no debería fiar el resultado final a otras personas.
Como decía al inicio, los tiempos están cambiando. Los médicos no somos dioses, y tampoco debemos ser quienes tengamos la última palabra en algo tan importante como es la salud de cada persona. Podemos, y debemos, ofrecer nuestro conocimiento y los medios técnicos disponibles para que los usuarios, personas enfermas y sanas, dispongan de la información más apropiada para tomar las mejores decisiones sobre su salud.
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