La financiación basada en valor se consolida como una necesidad inaplazable para lograr un sistema sanitario más eficiente, equitativo y sostenible. Así lo explicó Mary Harney, ex ministra irlandesa de Sanidad, durante una conferencia organizada por Diariofarma con motivo de su décimo aniversario.
Con motivo de su décimo aniversario, Diariofarma está celebrando un
ambicioso ciclo titulado ‘10 temas que marcarán el futuro de la sanidad’, que
reúne a figuras clave del ámbito nacional e internacional para debatir sobre
los retos estratégicos del sistema sanitario. En la cuarta conferencia-coloquio
el foco estuvo puesto en la ‘Financiación basada en valor’, una
transformación necesaria ante el contexto de presión demográfica, avance
tecnológico y sostenibilidad económica.
La sesión moderada por Rafael Bengoa, exconsejero de Sanidad del País Vasco,
exdirectivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y
asesor internacional, contó con la participación de Mary Harney,
economista por Trinity College, ex ministra de Sanidad de Irlanda y ex
viceprimera ministra de Irlanda. Por su parte, Jorge Mestre,
economista de la Salud y profesor de la Universidad Carlos III y Carles Illa,
director de Healthcare de IQVIA,
realizaron las réplicas a la conferencia ofrecida por Harney.
El director de Diariofarma, Jose María López Alemany inauguró el acto y recordó
que este ciclo ha contado ya con ponentes de alto nivel como Andrés
Cervantes, presidente saliente de la Sociedad Europea de Oncología Médica, Marco Greco,
presidente del Foro Europeo de Pacientes y Alan Milburn,
ex ministro británico de Salud con Tony Blair. Asimismo, agradeció el respaldo
de empresas comprometidas y colaboradoras como Abbvie, Amgen, Cinfa, Daiichi Sankyo, Gilead, IQVIA, Lilly, Novartis, Sanofi y Takeda.
Rafael Bengoa contextualizó la conferencia e incidió en la necesidad
de transitar hacia un modelo basado en valor ante la
“avalancha” de cronicidad que amenaza con desbordar los sistemas sanitarios.
Subrayó que “seguimos intentando resolverlo todo con hospitales, lo que ya no
es sostenible”. Por ello, Bengoa expuso que la clave es compatibilizar
eficiencia a corto plazo con un rediseño estructural a medio plazo, en el
que la coordinación asistencial, la medicina basada en la evidencia y la salud
digital juegan un papel crucial.
Mary Harney en un momento de su
conferencia.
“Es evidente que España necesita lanzar una reforma en la salud y
no quedarse atrás. Suecia,
Inglaterra e Irlanda por ejemplo, desde el ámbito político y técnico, han
decidido avanzar hacía otro modelo asistencial; más prevención, más
proactividad, más coordinación con sector social, menos hospitales, más
servicios en la comunidad y atención primaria y mayor foco en crear valor y no
sólo productividad y actividad”, aseveró Bengoa.
No obstante, “en España aún seguimos jugando con los márgenes, haciendo
pequeñas correcciones, pero sin acometer cambios estructurales”,
lamentó. Esos cambios, añadió, implican tensionar el sistema en múltiples
direcciones. Por ello, consideró necesario avanzar hacia el largo plazo
mientras se afronta un presente financiero durísimo, con hospitales
saturados, listas de espera y limitaciones presupuestarias, señaló.
Bengoa recordó que en países como Alemania o Reino Unido, los gobiernos
están aplicando benchmarking entre hospitales,
introduciendo contrataciones internas para mejorar productividad, reorganizando
estructuras y promoviendo cambios profundos en la lógica de funcionamiento del
sistema. Están reduciendo el número de hospitales que no generan valor,
redistribuyendo funciones y profesionalizando la gestión basada en
datos, explicó. Subrayó que en estos modelos hay un claro objetivo, dejar
de medir la actividad y empezar a medir los resultados, incorporando
criterios de desempeño y compartiendo el riesgo entre pagadores y proveedores.
En el plano clínico, insistió en que “es importante la coordinación de
niveles asistenciales, ya que es imposible pensar que se va a crear valor
real en el sistema si no hay una mayor coordinación”.
Con este planteamiento, dio paso a la exministra irlandesa, no sin antes
contextualizar su trayectoria, su liderazgo como ministra de Sanidad y
viceprimera ministra durante casi dos décadas, y su defensa constante de la
innovación y la eficiencia desde el servicio público.
Reformar la sanidad requiere un plan y un ejecutor
La ponencia de Mary Harney fue una verdadera lección de política
sanitaria aplicada, basada en hechos concretos, reformas valientes y una
defensa clara de la urgencia del cambio. Su ponencia, lejos de cualquier
enfoque académico abstracto, ofreció una mirada cruda y comprometida sobre
los fallos de los sistemas de salud actuales y los caminos para
corregirlos, sin evitar autocrítica ni asumir el coste político de
tomar decisiones difíciles.
Harney comenzó repasando su experiencia personal al frente
de una de las reformas más impopulares y efectivas de su país: la reestructuración
total de la atención oncológica. En 2007, Irlanda presentaba resultados
alarmantes en cáncer, pese a un gasto considerable. El sistema era ineficaz. La
cirugía oncológica se realizaba en 32 hospitales para una población de apenas
cinco millones, y casos extremos mostraban cirujanos con solo una intervención
anual. El cambio fue drástico, concentrar toda la atención
oncológica en solo ocho centros, siguiendo un informe elaborado por expertos
internacionales y representantes de pacientes. Las resistencias políticas,
sociales y profesionales fueron enormes, con ataques personales
incluido, no obstante, con el respaldo del primer ministro, nombró
a un líder clínico de prestigio internacional, Tom Keane, que ejecutó la
reforma con autoridad técnica y sin concesiones.
El resultado fue una mejora drástica de los resultados clínicos y
un uso mucho más eficiente de los recursos. El problema, como ella
misma reconoció, no era tanto clínico como económico debido a la existencia de
ingresos privados por parte de algunos profesionales hizo que muchos
disfrazaran su oposición bajo la bandera de la seguridad del paciente. La
reforma salió adelante porque se apoyó en evidencia, liderazgo técnico
y voluntad política sostenida, señaló. Según dijo, “el ingrediente
clave para el éxito en primer lugar fue la determinación y la
resiliencia”, además de “resistir la oposición, la participación de
expertos para convencer y contar con la participación de un experto con las
capacidades necesarias para ejecutar el plan”, aseveró.
Harney subrayó que “los recursos son finitos, debemos empezar a
financiar la salud de forma diferente, no debemos gastar sin medida, sino hacerlo
con inteligencia y obteniendo el máximo rendimiento”.
Otro ejemplo clave fue la transformación del sistema de atención a
largo plazo a través del programa Fair Deal, que equiparó
el apoyo público a las residencias privadas y públicas, con una fórmula
de copago ajustada
a ingresos y patrimonio, incluyendo una deducción progresiva sobre la
vivienda familiar. Una medida muy criticada en un país con alta propiedad
inmobiliaria, pero que permitió racionalizar el acceso, liberar recursos públicos
y profesionalizar el sector gracias a la introducción de licencias obligatorias
y sistemas de inspección periódica. Harney subrayó que “el éxito de esta
reforma no solo residió en el cambio financiero, sino también en la
creación de una supervisión pública rigurosa” e introdujeron un
inspector para “garantizar estándares adecuados de atención y con una
evaluación continua”.
A partir de estos ejemplos nacionales, Mary Harney fue desgranando un
amplio repertorio de modelos internacionales de financiación basada en
valor que ya están en marcha y que demuestran que el cambio es
posible. En Suecia, el modelo OrthoChoice paga por
todo el episodio quirúrgico ortopédico en un solo lote, incluyendo el
postoperatorio, e introduce incentivos por resultados como la calidad de vida,
la movilidad o la reducción de complicaciones. En los Países Bajos, el
Hospital Sanction aplica desde 2016 un sistema que cubre 14
enfermedades y ha logrado una reducción elevada en reintervenciones
innecesarias y del 30% en días de hospitalización. Introduce una cobertura
integral y el objetivo es mejorar la eficiencia y calidad de la atención médica
al alinear incentivos financieros con resultados clínicos y experiencia del
paciente.
Además de estos, Harney citó modelos emergentes como el proyecto
IMPRESS-Norway, una iniciativa conjunta entre compañías farmacéuticas
y oncólogos para ofrecer medicina personalizada a pacientes con cáncer
avanzado. Mencionó también los modelos de suscripción tipo
Netflix aplicados en el Reino Unido para antibióticos y en Australia o
Luisiana para la hepatitis C, donde se paga una tarifa anual fija,
independientemente del volumen de pacientes tratados, y en España, con un
ejemplo reciente ligado a un contrato por cinco años con una compañía,
condicionado a la ausencia de recaídas. Todos estos modelos comparten una
misma lógica, “pagar por lo que funciona”.
Harney defendió también el uso de incentivos para hábitos
saludables mediante impuestos al tabaco, al azúcar o al alcohol, como
los implantados en Irlanda, donde un paquete de tabaco cuesta entre 16 y 25
euros y una botella de alcohol paga casi 12 euros en impuestos. “El dinero
habla”, repitió varias veces. La fiscalidad sanitaria, subrayó, tiene un
doble efecto: genera recursos para el sistema y actúa como herramienta
preventiva.
Otro de los ejemplos fue los proyectos innovadores puestos en marcha por
el Montefiore Health System, ubicado en el Bronx de Nueva York,
donde se creó una red integrada de atención que incluye médicos de primaria,
hospitales, servicios sociales y atención domiciliaria, todo ello sostenido por
herramientas tecnológicas avanzadas que permiten identificar riesgos, fomentar
la adherencia terapéutica y evitar ingresos. Harney subrayó que uno de
los factores más olvidados del sistema es precisamente la adherencia. Por
eso, defendió que tanto los sistemas públicos como la industria farmacéutica
deben invertir más en herramientas de seguimiento, educación y
comunicación con los pacientes, desde recordatorios digitales hasta
atención personalizada.
También elogió modelos como Kaiser Permanente, en California y
los modelos de atención personalizada implantados en Dinamarca, que
han demostrado mejoras significativas en supervivencia libre de progresión. Y,
en Reino Unido, donde se han integrado servicios de salud con autoridades
locales en grupos de atención basados en la población, usando pagos por
desempeño y presupuestos compartidos.
“No tenemos opción, es necesario encontrar un modo diferente para
organizar y financiar la salud”, aseveró Harney.
En su parte final, Mary Harney fue clara y contundente. Denunció que “el
gasto en salud ha crecido en muchos países al doble del ritmo del PIB, pero
sin mejoras proporcionales en los resultados”. Puso como ejemplo que en Irlanda
el presupuesto sanitario se ha triplicado desde 2011, sin que nadie, ni
siquiera el ministro actual, se atreva a decir que el sistema es tres veces
mejor. Por eso, sentenció, “no basta con gastar más, hay que gastar mejor,
con inteligencia, con medición y con compromiso con los resultados”. El
verdadero reto, afirmó, “no es diseñar planes, sino ejecutarlos. Los
sistemas fallan en la ejecución, no en la planificación. Y para
ejecutar, se necesita liderazgo, evidencia, resiliencia y valentía política”.
Cuando Rafael Bengoa le preguntó si era posible hacer reformas sin consenso
político pleno, Harney respondió que no hace falta que todos los partidos estén
de acuerdo, pero sí hace falta que quienes gobiernan crean en el cambio,
se apoyen en datos y se rodeen de líderes técnicos y que sean capaces
de asumir el coste político. Defendió a los reguladores independientes como
herramientas clave para aplicar cambios sin interferencia política, y destacó
el papel de los pacientes organizados como aliados estratégicos.
Las réplicas de Jorge Mestre y Carlos Illa ofrecieron un contrapunto
complementario desde la perspectiva de la economía aplicada y el análisis de
políticas públicas. Ambos reconocieron la potencia de los mensajes lanzados por
la exministra irlandesa y, lejos de suavizar el discurso, reforzaron la
necesidad de avanzar hacia sistemas más transparentes, evaluables y centrados
en resultados.
“Sin evaluación ni benchmarking no hay valor”
Jorge Mestre puso sobre la mesa dos ejes clave para construir un sistema
sanitario basado en valor: la cultura de evaluación, rendición de
cuentas y los incentivos. Mestre lamentó que en España la evaluación
siga siendo una asignatura pendiente. “Aquí no hay cultura de rendición de
cuentas. No sabemos qué funciona y qué no porque no nos atrevemos a medir”,
denunció. Para ilustrarlo, recurrió a un ejemplo provocador pero ilustrativo:
los kilómetros de AVE. Esa resistencia a la evaluación la traslada también al
ámbito sanitario, donde, afirmó, que cualquier intento de benchmarking entre
comunidades autónomas o centros encuentra enormes obstáculos políticos y
administrativos. “Comparar, medir, hacer públicos los resultados nadie quiere
hacerlo. Nadie quiere aparecer como el que peor lo hace. Pero sin eso
no hay mejora posible”, advirtió. Y añadió una idea clave: “Si no sabemos
lo que obtenemos, si no evaluamos, no podemos hablar de financiación basada en
valor”.
El segundo gran eje de su intervención giró en torno a los incentivos.
Mestre recordó que, como economista, sabe que los comportamientos se
explican en gran medida por los incentivos que reciben los agentes.
Los actuales siguen favoreciendo el hospitalocentrismo, porque es
lo que da visibilidad política. En este sentido, reclamó una reforma
profunda de los sistemas de incentivos, tanto verticales, entre niveles
asistenciales: primaria, especializada, urgencias, como horizontales entre
sanidad y servicios sociales, educación, vivienda. Para ello, propuso dejar
de hablar solo de sanidad y empezar a abordar de forma estructural el
“entorno sociosanitario”, donde se definen buena parte de los
determinantes reales de la salud. “La eficiencia tiene que ser un criterio que
determine cómo nos gastamos los recursos públicos”, aseguró Mestre.
Mestre cuestionó la moda del discurso sobre los “sistemas orientados a la
demanda”. Una narrativa que, en su opinión, se ha instalado tanto en los foros
europeos como en la propia estrategia de la industria farmacéutica. “¿Qué
significa realmente un sistema basado en la demanda?, ¿Quién define esa
demanda?¿Y cómo conseguimos que envíe señales útiles a quienes desarrollan
tecnología e innovación?”, planteó. Para ilustrarlo, acudió a un paralelismo
económico: la evolución del mercado de teléfonos móviles. La innovación muchas
veces viene empujada por la oferta, no por la necesidad real. Por ello,
insistió en la urgencia de capacitar al sistema para leer mejor las
necesidades reales de los ciudadanos y alinear esas señales con la
producción tecnológica, evitando derivas innecesarias o ineficientes.
Mary Harney respondió recurriendo a un ejemplo ilustrativo. Cuando una
compañía farmacéutica le ofreció una terapia muy costosa para un grupo muy
reducido de pacientes, su director general le dijo que con ese dinero se
podrían financiar 10.000 implantes de cadera o rodilla y mejorar de forma
concreta la vida de miles de personas. “Eso es demanda. Hay un coste de
oportunidad en todo lo que hacemos”, explicó. Para Harney, uno de los
mayores errores de los sistemas actuales es la “visión estrecha del impacto
de las innovaciones”, se habla del coste de una terapia, pero no de su
efecto global en el sistema. “Debemos financiar con inteligencia. Y eso
incluye, por ejemplo, dejar de pagar por copias de medicamentos sin mejora
clínica demostrada”, sentenció.
Asimismo, afirmó que es necesario contar con “terapias que realmente
curen o cambien la vida de los pacientes, pero tendrá que demostrarse, si
quieren que se pague más dinero” ya que, según alertó, al día de hoy “los
éxitos están pagando los fracasos” que alcanzan un 86%, por ello es
necesario aumentar la tasa de éxitos y reducir el tiempo que se tarda en la
comercialización de los productos.
Un cambio a través de los datos
Carles Illa, experto en análisis de datos aplicados a la salud, centró su
reflexión en el papel transformador de los datos y en la necesidad de
redistribuir el poder dentro del sistema sanitario.
Illa afirmó que será necesario un compromiso político y se
mostró optimista, al señalar que se conseguiría en los próximos 5 a 10
años, cuando los datos y la información que suministran estén disponibles
para todos. Este experto aseguró que “es necesaria la evidencia para que se
adopten las decisiones adecuadas”.
Uno de sus mensajes principales fue señalar que el cambio hacia modelos
basados en valor no será posible si la información sigue bloqueada o
mal aprovechada. En España tenemos una de las infraestructuras de datos
sanitarios más avanzadas de Europa, a pesar de ello, “cuesta mucho la
obtención de información, aunque sean los propios hospitales los que
quieren compararse, no hay fuentes oficiales fácilmente disponibles, y esta
situación, crea un límite a la evidencia”.
Illa se mostró optimista respecto al impacto futuro del Espacio
Europeo de Datos Sanitarios. En su opinión, cuando los ciudadanos puedan
acceder a sus propios datos, compartirlos, moverlos y agruparlos para exigir
calidad, “ya no dependeremos solo de la voluntad política”. Vio en esta transición
la palanca más poderosa para romper inercias: no se trata solo de tener
nueva información, sino de ponerla en manos de nuevos agentes que sí “van a
hacer que cambien las cosas”: los pacientes, los profesionales, las
comunidades, afirmó.
Profundizando en esta línea, afirmó que uno de los principales déficits del
modelo actual es que la distribución del riesgo sigue concentrada
exclusivamente entre financiadores y proveedores, ignorando el papel activo
de los pacientes. “Muchos de los determinantes de salud, como la adherencia al
tratamiento o los hábitos, dependen directamente de la persona”. Y, sin
embargo, el sistema no lo incorpora. Siendo, según dijo, “una de las decisiones
más difíciles incorporar al paciente dentro de la ecuación”.
Illa citó experiencias como el programa de bienestar y vitalidad implantado
en Sudáfrica por la aseguradora Discovery Health que ofrece
recompensas tangibles por cambios positivos de comportamiento, o el sistema
de Better Points en Reino Unido, basado en bonificaciones por
estilo de vida saludable. “¿Por qué no introducir elementos similares en
nuestros sistemas públicos?, sugirió.
Asimismo, el representante de IQVIA defendió que la integración entre
niveles asistenciales y la participación del paciente como coproductor
del cuidado son ya una realidad incipiente en algunas experiencias
organizativas. Estamos empezando a ver cómo se rompen silos dentro de los
hospitales y cómo se crean unidades funcionales donde distintos perfiles
trabajan juntos en torno al paciente.
Según dijo, “en España se cuenta con la mejor información de calle
aunque no se esté usando para pagar”. Según alertó, “eso es tener
información y no tener valentía de ponerla en circulación”. En su opinión, el
cambio se producirá no con más información, sino “cuando la información esté en
manos de nuevos agentes”.
Finalmente, Illa quiso poner en valor el papel de los profesionales
asistenciales, especialmente los más jóvenes, que, según dijo, muestran un
interés creciente por nuevas formas de trabajo integradas y centradas en el
valor del cuidado
Mary Harney compartió la preocupación y reforzó la idea: el futuro
de la salud no dependerá solo de médicos y enfermeros, sino de analistas,
tecnólogos y gestores de datos. Tenemos que asegurarnos de que las
evidencias sean accesibles, comprensibles y validadas por agentes
independientes. Porque ningún político podrá ir contra una buena
evidencia si está bien presentada, afirmó. Y, concluyó alertando sobre
las restricciones que introduce la protección de datos mal aplicada, como en el
caso de Irlanda con el reglamento de protección de datos, que pueden frenar
avances necesarios si no se encuentran equilibrios entre privacidad y
progreso.Finalmente, Harney apostó por empoderar al paciente,
usar los datos de forma inteligente y pagar por aquello que realmente mejora la
vida de las personas. Y concluyó, con la serenidad de quien ha hecho reformas
reales: “No será fácil, pero es posible”. Y, sobre todo, es
urgente. “Porque el dinero habla. Y si no lo usamos bien, el sistema
no va a poder ofrecer la innovación”.
Fuente documental:
https://diariofarma.com/2025/05/12/en-busca-de-un-futuro-sostenible-para-la-sanidad-la-financiacion-basada-en-valor
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