Elisabeth Covadonga Alonso, este sábado a las puertas del centro de salud de Lugones, con la foto de su madre, fallecida el pasado 2 de febrero. |
La hija de Soledad Bóveda, fallecida el pasado 2 de febrero, también
denuncia el trato recibido por un médico del centro de
Después de que Germán Navarro acudiera este viernes al centro de salud de Lugones con
las cenizas de su mujer, María Luisa
Amores Blanco, fallecida el pasado 5 de agosto, para anunciar que emprenderá
medidas legales por el trato médico recibido, ayer surgió un nuevo caso de
denuncia. Elisabeth Covadonga Alonso Bóveda quiso hacer
público lo que le ocurrió a su madre, Soledad Bóveda Muñiz, una mujer de 67
años que murió el pasado 2 de febrero. «Ya sé que no me van a devolver a mi
madre, pero la gente tiene que saber los médicos que tienen en Lugones; fue
otra negligencia», cuestionó este sábado al tiempo que avanzó que
estudiará sumarse a la batalla judicial para aclarar las acusas del
fallecimiento y si el protocolo de atención fue correcto.
Alonso explicó ayer que Soledad Bóveda se levantó aquella mañana mareada.
«Pensábamos que estaba acatarrada», recuerda. La hija estaba de viaje en
Portugal y su madre planeaba pasar el día con su pareja en los Bufones de Pría,
pero suspendió la salida por su estado de salud y decidió quedarse en casa.
Sobre las tres y media avisó a su novio para que se acercara pronto al
domicilio ya que requería asistencia médica.
Un médico acudió a su casa y la exploró. Le diagnosticó un principio de
neumonía y le recomendó que acudiera al ambulatorio de La Lila en «tres o
cuatro días» para realizar una placa. Los síntomas, aseguró ayer la hija, eran
de un infarto. Tenía, según describió, dolor en el pecho, en el brazo y la
espalda, y una temperatura corporal de 33 grados. «Tenía que haberla remitido
directamente al HUCA, pero prefirió pincharle algo que no sabemos qué era para
que estuviese más tranquila». Finalmente se confirmó que falleció de un infarto
de miocardio.
A las diez y media de la noche, sintiéndose peor, la enferma pidió que la
acercaran a Urgencias. No llegó. Poco más de una hora después, a las 23.42
horas, murió en brazos de su pareja sin haber salido siquiera del domicilio. Ahora,
la hija quiere ponerse en contacto con Castellanos para saber si fue el mismo
médico quien atendió a ambas y estudia emprender una denuncia conjunta.
Hace dieciséis años
Alonso no pudo evitar ayer mencionar lo que considera «otra negligencia»
médica, la muerte de su padre hace dieciséis años. «Fue en noviembre con dolor
de estómago y le dieron Primperan, varios meses después murió por un cáncer que
ya se había extendido por todo su cuerpo», recordó.
Explicó que se animó a exponer su caso tras leer el denunciado el viernes,
cuando el viudo de María Luisa Amores Blanco se acercó al centro sanitario
portando como regalos para el facultativo que atendió a su mujer tres horas antes
de su muerte una bandeja con las cenizas, unos jabones para «limpiar la
conciencia», cien euros como pago de una consulta «de tres minutos», varios
capullos de flores y una invitación para alojarse en el hotel Las Viñas,
propiedad del matrimonio. Sostiene que la fallecida acudió con un dolor de
cabeza y el médico la mandó para casa sin mirarla tras «molestarse muchísimo
porque teníamos que haber pedido vez». Reivindica, a la espera del resultado de
la autopsia que determine las causas de la muerte de María Luisa, que «nos
hubiese tratado como personas». La Consejería de Salud, por su parte, ha
declinado hasta el momento valorar la denuncia.
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