Distanasia
José Manuel López García (Gijón)
– LNE 17/4/2019
La
distanasia es el ensañamiento terapéutico o la prolongación artificial de la
vida, aunque no exista esperanza de curación. No es lo mismo que la eutanasia.
La buena muerte creo que no existe.
Si se
entiende por tal la plácida desaparición de una persona que deja de existir
porque su situación es irreversible se puede entender. De todas formas, estoy
convencido de que la muerte nunca es algo bueno y deseable en sí mismo.
El ser
humano, en general, tiene miedo a lo desconocido y también a la desaparición
absoluta. Por eso no se suele hablar de la muerte. Es un tema sobre el que se
pasa de puntillas o no se trata en la televisión, por ejemplo. Y se entiende,
porque no suele gustar y tiene mala prensa.
En el código
deontológico de los médicos se expresa que «la decisión de poner término a la
supervivencia artificial en caso de muerte cerebral sólo se tomará en función
de rigurosos criterios científicos y con las garantías exigidas en la ley». Si
se llega a legalizar la eutanasia en España con unas condiciones muy bien
fijadas me parece que lo más apropiado, sin duda, es que los procedimientos que
se lleven a cabo para poner fin a la vida de pacientes terminales deben estar
controlados y realizados por médicos y no por cualquier persona.
En relación
con el sufrimiento o los dolores excesivos y muy prolongados en el tiempo, lo
racional es que se apliquen a los pacientes los mejores medicamentos y
tratamientos para la eliminación de los dolores insufribles o más intensos y
lograr unas condiciones vitales dignas y que no supongan un martirio
insoportable.
Unos
cuidados paliativos de gran calidad pueden contrarrestar eficazmente la mala
calidad de vida de los pacientes con enfermedades graves que, al ser crónicas,
mantienen el sufrimiento de los sujetos durante mucho tiempo con unas
condiciones penosas.
Incluso el
Papa Juan Pablo II, en su encíclica Evangelium Vitae, escribió: «La renuncia a
medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la
eutanasia; más bien expresa la aceptación de la condición humana ante la
muerte». Sabias y acertadas palabras. En efecto, si las perspectivas o
expectativas de mejora de los pacientes son nulas ante una enfermedad o
padecimiento incurable e irreversible, es evidente que la solución más sensata
y racional pasa por dejar hacer a la naturaleza.
En relación
con la muerte es cierto que el testamento vital es un documento importante de
cara a conocer los deseos de las personas ante el fin de su existencia que
llegará inexorablemente. Es, en realidad, una forma de expresar por escrito el
planteamiento del individuo ante una situación límite y lo que él considera que
puede ser la mejor conducta a seguir en el trance final, si esto es necesario o
la situación lo requiere o demanda.
El
testamento vital es un documento en el que la persona explicita claramente las
instrucciones referidas a su tratamiento médico cuando su estado de salud no le
permita expresarlas él mismo. Es un documento de voluntades anticipadas. Son
disposiciones anticipadas para una muerte digna. El testamento vital prevalece,
siempre que se respete el ordenamiento legal vigente. Se formaliza por escrito
y ante notario y de otras formas.
En estas
cuestiones que forman parte de la Bioética existen muy diferentes
planteamientos y diversas teorías. No es lo mismo para una persona creyente que
considera que existe otra vida espiritual después de la material o terrenal que
para otro individuo que es ateo o agnóstico, ya que para los no creyentes la
vida ultraterrena o celestial es una bella fantasía imaginable pero irreal.
Es pensable
que en el plazo de unos veinte o treinta años sea innecesaria la legalización
de la eutanasia, porque con los extraordinarios avances de la ciencia médica se
aplicarán cuidados paliativos muy eficientes y se suprimirán, de una manera
absoluta, los grandes dolores y sufrimientos con potentísimos analgésicos muy
superiores a los actuales. El desarrollo de fármacos muy novedosos y eficaces
se va a conseguir, según dicen los expertos, en los próximos treinta o cuarenta
años. Esto según los cálculos y previsiones menos optimistas.
Con la
tecnología médica ya existente creo que, salvo casos puntuales que pueden ser
tratados en los hospitales, el tema de la eutanasia ya está en fase de
superación. Lo fundamental es dar una gran asistencia médica en los casos más
graves.
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