Algunas veces es muy difícil abstraerse, quedar al margen de lo que ocurre en tu entorno, más, si como es mi caso, tienes la suerte o la desgracia de haber vivido en primera persona algunas de esas situaciones, que en el mejor de los casos, dejan en uno algunas cicatrices, aunque las circunstancias no dejan de ser dantescas.
Claro, que conocer de primera mano las circunstancias que las rodean, poder comprobar cómo cada día que pasa, todo es más comprensible, aunque mucho más alarmante, no debería de dejar a nadie en la indiferencia, o por lo menos, ese es mi caso.
Yo que decidí hace tiempo involucrarte en este tema, puedo a día de hoy afirmar, que en el fondo del mismo, radica la miseria humana en estado puro, y en el más amplio sentido de la palabra. Todo ello me lleva a tener que asumir una serie de circunstancias, que bien pudieran tener en un momento dado sus consecuencias, pero lo hago, convencido del riesgo que puedo correr, incluso a sabiendas, de que en algún instante me puede costar un disgusto personal.
Pero es que llegado a cierto punto, cuando después de tantos meses, uno puede comprobar de forma fehacientemente, que algunos de los problemas que nos rodean son pura y llanamente, un tema de ética profesional, con el simple añadido, de una total falta de gestión administrativa. Donde la carencia de escrúpulos de todo tipo por parte de algunos, se está utilizando a modo de arma arrojadiza, intentando justificar y defender, lo que a todas luces ya es indefendible.
Por eso, que llega un momento donde los ciudadanos no podemos, ni debemos de quedarnos al margen, y nos vemos en la obligación de intentar devolver un poco de lo mucho que otros pusieron a nuestra disposición, pues en el fondo, es un tema que afecta gravemente a la sociedad en general.
De ahí que a día de hoy, me resulte más difícil obviar los problemas de los demás, cuando un día tras otro, sin haberlo pedido, llegan a mí, personas recabando información, solicitando ayuda, o simplemente buscando el confort, que seguramente solo les podamos ofrecer, aquellos que ya tuvimos la desgracia de transitar el camino.
La desconfianza cada día es más grande, pero no podemos ni debemos de olvidar, que aquí no todos son iguales, pues como ocurre en la vida misma, aquí también existen clases. Los tenemos de primera, de segunda, de tercera, etc., después están aquellos que carecen de criterios, los cuales son capaces de venderse su alma al diablo por un puñado de euros.
Por desgracia para más de uno, y con el paso de las horas, no es difícil de comprobar el trasfondo del problema, todo gira en la forma de actuar de unos y de otros, ya que en una minoría de los casos, todo ellos se basa en la irracionalidad. Cada día más, se nota la total falta de ética, se continúa anteponiendo la “estética médica”, más conocida como “coste eficiencia”, a lo verdaderamente racional, haciendo que algunas situaciones rocen incluso el territorio de lo delictivo.
Siento si alguien se puede sentir alarmado por lo que digo, pero de confirmarse, como así espero que se pueda hacer, es hora que se pare esta barbarie, esto no puede ni debe de continuar.
En un principio fueron las miserias humanas, después las guerras internas, para continuar con la falta de escrúpulos de una clase dirigente que deja mucho que desear.
En estos momentos todo se resume en un sin sentido, donde la dejación de funciones de unos, la carencia de racionalidad en la toma de decisiones por parte de otras cabezas pensantes, son causa y motivo al mismo tiempo, del desanimo en la mayoría de los casos, y la desesperación en otros.
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