viernes, 28 de febrero de 2020

Eutanasia vs. cuidados paliativos



Ramón Tomás Abad Siñeriz (Figueras) LNE 25/2/2020
Mi madre nos contaba que cuando era moza, al principio de la década de los treinta del pasado siglo, tuvo ocasión de oír un discurso de campaña electoral en Navia. El orador decía entre otras lindezas: “¿Queréis praos? ¡Pues tendréis carreteres!”. La traducción obvia es que antes, y ahora, los políticos hacen lo que les viene en gana y conviene, no lo que se les demanda.
En otra ocasión oí cómo un viejo, y muy sensato, lugareño le decía al Alcalde que más que hacer nuevas carreteras era mejor dotar de cunetas a las que ya había para evitar su deterioro. Y es que los políticos suelen hacer cosas “nuevas” sin pensar en su mantenimiento posterior. Todos sabemos la razón.
En el marco de estos planteamientos previos quiero exponer un controvertido tema de actualidad, el de la eutanasia, o mejor, la dualidad “eutanasia versus cuidados paliativos”.
A grandes rasgos podemos afirmar que el dolor tiene un origen físico, psíquico o mixto, este el más frecuente, cuando un dolor físico intenso, mantenido en el tiempo sin tratamiento adecuado se cronifica e inevitablemente produce una depresión y puede terminar en un desesperante deseo de suicidio.
En los últimos veinte años el desarrollo profesional de los cuidados paliativos es tal que en la actualidad se puede afirmar que es posible controlar cualquier dolor con medicación adecuada, generalmente mórficos y derivados, así como los estados psíquicos consustanciales al dolor y la soledad, como depresión, desesperación, deseo de suicidio, etc., con sustancias psicoactivas de forma tal que en la práctica aquellas personas que deseaban morirse previamente al control de su dolor, una vez controlado este desean vivir su vida normalmente. Y esto ocurre tan solo con una excepción de cada veinte mil pacientes tratados en cuidados paliativos.
En cuidados paliativos el médico proporciona al paciente dosis terapéuticas de los medicamentos administrados cumpliendo el principio básico y ético de “primum non nocere”, esto es, no hacer daño (que conlleva preservar la vida como norma principal). O sea, el paciente se beneficia y el médico cumple su deber.
En la eutanasia, por el contrario, al paciente se le administran dosis mortales de fármacos tóxicos (venenos) y el médico incumple sus principios éticos y profesionales porque lo que hace es matar al paciente.
¿Cuál es el problema social y profesional? La respuesta es la falta de medios y de profesionales cualificados, o sea, la falta de un presupuesto que cubra las necesidades del doble de pacientes que actualmente hay porque se calcula que solo están tratados la mitad de los pacientes que lo necesitan. Sin embargo, no se requiere el doble de dinero si se forma en esta especialidad a los médicos de cabecera de forma que se capaciten para administrar ellos mismos la medicación paliativa a sus pacientes o, al menos, formar un equipo básico de paliativos en cada centro de salud principal, de forma que no se dependa tanto del equipo del hospital correspondiente ya sobresaturado.
Los políticos dirán: ¿queréis paliativos?, ¡pues tendréis eutanasia! Y en vez de arreglar lo que tenemos, en forma de potenciar los excelentes equipos de paliativos existentes, promulgarán una ley que nadie demanda (bueno, sí, uno de cada veinte mil pacientes, o sea una de cada trescientas mil personas) en forma de eutanasia cuyos efectos secundarios, los de esa ley, son desconocidos y en todo caso muy peligrosos.
¡Con lo fácil que es hacer feliz a la gente con tan solo escucharla!

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