Cómo se hacen la vida
imposible médicos y enfermeras: "Este hospital es un infierno"
El 43% de los sanitarios españoles siente que ha padecido acoso en alguna
ocasión. El doctor Villarta narra en primera persona la experiencia que lo
llevó a la depresión
Miguel Villarta, médico de
Urgencias del Hospital de Jerez, sentía frecuentemente ganas de llorar.
Suspiraba, tenía ansiedad, insomnio y
apenas comía: sufría una depresión leve. La causa, según reconoce una
sentencia del Juzgado de lo Social nº2 de la ciudad gaditana, fue el
acoso laboral al que lo sometió durante tres años
su superiora. “Fueron unos canallas”, resume ahora este doctor, que ganó el
juicio y su episodio depresivo le fue reconocido como “accidente laboral”.
Villarta posee dos especialidades vía MIR: especialista en Medicina familiar y
Comunitaria y médico especialista en Medicina del Trabajo.
Según la
última radiografía
de la profesión médica en España, el 43,5% de los
profesionales sanitarios afirma haber sufrido algún tipo de acoso en el trabajo.
Más de la mitad de ellos aseguran que “el miedo” les ha impedido denunciar esa
situación y buscar ayuda. Un altísimo porcentaje confiesa haber visto cómo se
ejercían los abusos sobre un tercero y no han movido un dedo por la víctima.
“Es como en el colegio”, resume Dolores Crespo, psiquiatra y
coordinadora en Madrid del programa PAIME (Programa de Atención Integral
al Médico Enfermo). Los roles se repiten desde la etapa escolar, aunque,
generalmente, sin el componente físico, y se dibuja un escenario de matones, de
acosados y de cómplices acobardados que observan en silencio.
“Le llamaba la atención en público humillándolo y
también, según una sentencia judicial, se entrometía en su matrimonio”
“Los
compañeros te dicen que en el hospital no quieren que les vean contigo, que no
pueden hablar, que si eso luego tomando una cerveza en otro sitio. Es lo que
más duele, que las víctimas nos quedamos muy solas”, rememora con amargura el
doctor Villarta. Su caso fue de manual, tal y como lo describen los abogados
especialistas en estos litigios. Según acredita la sentencia, fechada el pasado
diciembre, le relegaron a los turnos peores o los que requerían menos
experiencia profesional (llevaba en el centro casi 15 años). También sufría un
mayor control horario que sus compañeros y fuertes reprimendas si se retrasaba
unos minutos. Su jefa controlaba las historias clínicas de los pacientes que
atendía, cosa que no hacía con el resto, muchos de ellos médicos con mucha
menos trayectoria profesional, y le llamaba la atención en
público humillándolo. También, según la sentencia, se
entrometió en su matrimonio.
El caso de
Miguel es excepcional en cuanto a que responde punto por punto a un acoso
tipificado legalmente. Sin embargo, hay otros muchos ejemplos que no acaban en
un juzgado, pero minan la moral de quien los sufre. No son carne de juzgado,
pero sí de diván. Para la abogada del Colegio Oficial de Enfermería de Madrid Puerto
del Río, “un jefe 'tocapelotas' no es un asunto penal", pero prosigue:
"El acosador de verdad lo hace de un modo sibilino que es muy difícil de
demostrar en un juzgado. Ha habido un exceso de demandas por este asunto y se
ha puesto el listón alto, es lo que los abogados llamamos ‘la prueba
diabólica’, porque es casi imposible de demostrar”.
Pero igual
que dice esto, la veterana letrada también concede que “es muy frecuente que te
dejen en ridículo o te humillen. Especialmente, en Atención Primaria. Pero, sobre
todo, por parte de los compañeros, eso es lo más típico”. Entre las enfermeras,
ha habido más de 100 quejas el pasado año solo en Madrid.
Acoso por competitividad
En su
opinión, coincidente también con la del catedrático de la Universidad de Oviedo José
Antonio Flórez, “los hospitales tienen una carencia básica: no se dialoga.
Esto se hace así porque lo mando yo. Al final todo se convierte en un asunto
personal”.
Un extremo
en el que también incide Crespo, que sostiene que estos casos son “un acoso por competitividad,
solo psicológico. Al final, es como un lento asesinato laboral. Te
quitan la docencia, la consulta, el despacho, te colocan en el sótano. Los
demás no te apoyan, se retiran, piensan que será conflictivo. Y surgen el
estrés, la desconfianza y la depresión”. Es decir, una descripción bastante
exacta del caso que afectó al doctor Villarta.
"Los médicos son más vulnerables que otros grupos profesionales por el
estrés que produce el contacto diario con la muerte"
Crespo,
psiquiatra, describe el proceso: “Es lento, pasan cuatro o cinco años
hasta que se hunden. Algunos toman medicamentos, otros se van sumiendo en
la depresión... En cada caso hay que plantear una estrategia diferente”. En su
opinión, “los médicos son más vulnerables que otros grupos profesionales por el
estrés que produce el contacto diario con la muerte, la toma de decisiones en
situación de incertidumbre, las muchas horas de trabajo y la necesidad de una
actualización de conocimientos constante. Es un problema de dimensiones
mayores que el que se da, incluso, entre los guardias de prisiones o los
policías”.
“El acoso se
repite una y otra vez. Tal vez por una organización deshumanizante. El plan
consiste, básicamente, en turnos nocturnos, férreo control de sus visitas al
lavabo, hacerle el vacío, imputarle ante los compañeros todos los errores y
males del trabajo, no tener en consideración sus propuestas, desplantes
humillantes y no comunicarle cosas relevantes del servicio”, escribe el
especialista Flórez, que concluye con un duro diagnóstico: “Todo eso genera
baja autoestima, desconfianza, desmotivación, angustia, introversión, ansiedad
e irritabilidad”.
A Villarta,
hijo del director del Hospital Militar de Córdoba y cirujano general con quien
aprendió desde muy joven el oficio, además de todo eso, que también, casi le
cuesta el matrimonio.
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