martes, 14 de marzo de 2017

Que viene el hombre del saco


Resulta al menos llamativo, que mientras unos se parten el pecho defendiendo lo que es suyo, aquello por lo que tanto lucharon otros, y ahora les intentan robar una pandilla de desarropados. Otros muchos, la mayoría, continúen mirando al cielo esperando que les caiga el mana en la boca. Si bien puedo entender que el miedo es libre, e incluso admito que se tenga un poco. Pero no es menos cierto, que estamos en un momento donde ya no caben las vacilaciones, o se está, o no se está,  pues el día de mañana de nada valen las lamentaciones.
Los estrategas militares saben mejor que nadie, que cuando se obliga al enemigo a dividir sus fuerzas, y este cae en la trampa, la victoria puede tardar más o menos en llegar, pero al final caerá de su lado, todo es cuestión de tiempo.
De otro lado está la cultura del miedo, la cual se pierde en la noche de los tiempos, y que se prolonga hasta nuestros días. El miedo como tal, fue utilizado de forma recurrente a lo largo de la historia como un elemento disuasorio, siendo uno de los recursos más manidos por la sociedad, al menos cuando se intenta amedrentar a alguien, para que este desista de sus intenciones.
Cuenta la leyenda, que Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador”, fue paseado atado a su caballo después de muerto por los campos de batalla, donde su sola presencia, hacia que el enemigo saliera huyendo despavorido. En tiempos más recientes fue la Santa Compaña o el hombre del saco, quienes sirvieron como escusa para atemorizar a las poblaciones. Por no hablar de los trasgos y las meigas, que como es bien sabido, haberlas haylas. Todo ello fue utilizado en el pasado, para asustar y coaccionar a una población más bien ignorante, con el ánimo de mantenerla sumisa y aletargada.
Un emigrante italiano llamado Albert Capone, que en 1932 viajo desde New York a Chicago, fue el fundador de lo que más tarde llamarían “el gran sindicato”. Con el paso de los años, fueron muchos los que intentaron emularlo, algunos llegaron a nuestros días bajo otro nombre, el de “líderes”. Aunque los métodos utilizados para hacerse con el poder fueron evolucionando al menos en las formas, en el fondo continúa prevaleciendo el mismo matonismo. Y aunque a día de hoy esos mal llamados “lideres” de nuevo cuño, son menos sangrientos en sus acciones, los resultados que obtienen con las mismas, son tan devastadores o más que antaño, todo depende con el cristal con que  mire. 
El tiempo pasa, aunque estrategias como la del miedo continúan, eso sí, evolucionando para adaptarse a las nuevas realidades sociales. Antaño eran los sicarios los encargados de ejecutar las vendettas. Ahora son los estómagos agradecidos, junto a los comisarios políticos, los que valiéndose de argucias de toda índole, legales o no, se infiltran en los entramados sociales, para poco a poco hacerse con el control. Tiempo después, y tras haberse instalado confortablemente mediante el engaño, la mentira y la manipulación, pasan a  ejercer un férreo control, mediante el cual,  acaban por manejar a su antojo y capricho a las masas.
Esta nueva generación de sicarios, no son tan radicales en sus acciones como los miembros de la camorra napolitana o la mafia marsellesa, pero al final si se les deja, consiguen mejorar los resultados de sus ancestros.
El pago por los servicios prestados, es algo que apenas evoluciono hoy día, ya que  se les suele premiar con un ascenso dentro de la estructura mafiosa, que para la mayoría de ellos, es un objetivo ansiado. Si bien el pago en especie y en otro tipo de prebendas y privilegios laborales, son piezas no menos codiciadas.
Antaño cuando se auguraba ganancias que podían ser cuantiosas, los clanes mafiosos unían sus fuerzas, con tal de conseguir los ansiados y jugosos objetivos que se habían marcado.
Hoy día los clanes (sindicatos) copian de aquellas estratégicas alianzas del pasado, ya que en el fondo pretender conseguir como ocurrió antaño suculentos beneficios.

Y así fue como nació en el HUCA, “el triciclo”.     

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