Hace ya tiempo que hablando con algunos profesionales sobre nuestro sistema público de salud, me comentaron que era tal el colapso que se estaba padeciendo, que muchos de ellos, habían optado por contratar una póliza de seguro privado, para ellos y sus familias. Al mismo tiempo reconocían que a pesar de los duros momentos que nos estaba tocan vivir a todos, recomendaban a sus amigos hacerse un seguro privado, ya que el sistema público de salud, de la mano de los actuales gestores, había sido conducido al límite de sus posibilidades, y más pronto que tarde, este terminaría colapsando.
Pero cuando las barbas de tu
vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar. Y eso debió de pensar ya hace un
año el Colegio de Médicos de Asturias, ya decidió contratar una póliza de
seguro privado para todos sus asociados.
Su Presidente decía
recientemente que “la sanidad
pública está en una situación complicada, con más esperas y retrasos,…”. Que
esto lo diga el Doctor Alejandro Braña, Presidente del Colegio de Médicos de
Asturias, que además es el Jefe del servicio de Traumatología del HUCA, produce
por lo menos indignación y enojo. Ya que el servicio que supuestamente él
dirige, junto con el de oftalmología, son los que mayores listas de espera
padecen desde hace meses. Por tanto no estaría nada mal poder preguntarle ¿qué
está haciendo él para mejorar su servicio?... seguramente que trabajar por las
tardes.
Y es que los profesionales de la sanidad pública están
desesperados por diferentes motivos. Cuando se les pregunta por alguno de ellos,
todos prácticamente sin excepción apuntan en una misma dirección, aquella que
nos conduce a los despachos de los responsables en la gestión.
La administración socialista vive obsesionada por
tener todo bajo control, seguramente para
así poder hacer y deshacer a su antojo y capricho, cosa que consiguen en la
mayoría de las ocasiones. Claro que para poder llevar a cabo su objetivo, van colocan
en puestos de responsabilidad a personas afines políticamente, dejando de lado
los principios de igualdad, capacidad y merito. El resultado de este tipo de
políticas, a la vista está de todos.
Por tanto, no es de extrañar que las listas de espera
en la sanidad pública lograsen desesperar incluso a los facultativos, pues
ellos son los que saben mejor que nadie de las necesidades del sistema, pero
también de sus pacientes, ya que están un día sí y otro también a pie de obra.
No como otros, que se limitan a contemplar el amanecer a través de los cristales
de sus confortables despachos.
Pero ahora ya son los propios facultativos,
trabajadores del sistema público de salud,
los que ven complicado para ellos mismos, el poder acceder a una
consulta, prueba o tratamiento en unos plazos razonables. Así que ya pueden
imaginarse lo que nos queda al resto de los mortales.
Y es que el programa Millennium tiene a fin de cuentas
sus ventajas, pues para bien o para mal, “todo lo que se escribe en el mismo
queda gravado”,. Pero además no hay forma de borrarlo para poder modificar o manipular
su información, mucho menos el orden correlativo de las listas de espera, eso en
el caso de que estas figuren registradas en el sistema.
Según parece,
la demanda de un seguro privado al colegio de médicos, habría sido solicitada,
por parte de un grupo de galenos ahora jubilados. Los cuales aseguran que después
de varias décadas prestando servicio a los demás, en estos momentos, cuando ellos por necesidad necesitan acudir a
una consulta, “ya nadie los conoce”. O lo que es lo mismo, que no disfrutan de
un trato preferencial por parte de sus colegas de antaño. Seguramente que
alguno de ellos, de esos que ahora no viven tan estresados por la presión de
los jefes y las consultas de sus pacientes, como antaño, debería de mirar un
poco hacia atrás, hacer examen de conciencia, y ver cómo fue su actitud en el
pasado para con los demás, quizás no difiera de la que ahora otros tienen con
ellos.
Claro que de
ser ciertas las vicisitudes a las que ahora hacen mención los médicos jubilados,
podemos estar ante el principio del fin, de aquello que hasta hace bien poco llamamos
“trato de favor”, el cual era un privilegio que disfrutaban unos pocos.
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