= SANIDAD SANA
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La Administración presume orgullosa de las encuestas de satisfacción del
usuario de la Sanidad pública, satisfacción lograda, en muchas ocasiones,
aprovechándose de la motivación de los profesionales sanitarios, a quienes se
nos exige mucho más de lo establecido en nuestros contratos. ¿Cómo es esto
posible? Por un sencillo motivo: no podemos abandonar a los pacientes, a pesar
de las contrariedades.
El sanitario suele trabajar más de lo exigido, no desconecta cuando acaba
su jornada, estudia o completa su trabajo en su domicilio en horas que otros
trabajadores dedican al ocio o a la familia y con frecuencia vive la
profesión durante turnos que superan las 24 horas.
Así la Administración se permite mantener un 50% del personal contratado de
forma eventual, por periodos inferiores a 6 meses hasta en el 59% de los casos
o con múltiples contratos en un solo año para el mismo profesional, llegando incluso a dar alta y baja laboral en un solo día, como si de Telepizza
se tratara.
Este contexto se agrava en el caso de becarios de investigación o máster de
formación, becarios licenciados y normalmente ya especialistas que lo que en
realidad realizan es puro trabajo asistencial, encadenados a una situación de
inseguridad laboral y de la necesidad de portarse bien con sus superiores para
que algún día, con suerte, puedan ser recompensados con un
puesto de trabajo.
Esta situación conlleva graves consecuencias, no solo para el profesional
sanitario, sino también para la sociedad: la inseguridad laboral comporta
imposibilidad de un proyecto de vida, dificultad para tener hijos o
conciliación familiar, incapacidad para conseguir avales o hipotecas para
comprar un coche o una vivienda…
Mientras tanto, las clínicas y sociedades privadas se aprovechan de estas
pésimas condiciones laborales de los profesionales jóvenes y les explotan con contratos draconianos, además de captar
sustanciosos beneficios de los impuestos de todos los ciudadanos al derivar y
concertar, a veces masivamente, pacientes y servicios a dichas entidades.
Llega una nueva campaña electoral, y con ella se reactivarán las Opes
(ofertas públicas de empleo), que por ley tendrían que ser anuales. Estas
ofertas llegarán, como siempre, con retraso y con un número
de vacantes inferior a las necesidades reales. Su utilidad en la
práctica real consiste en consolidar algunas plazas que ya están ocupadas de
antemano, sin cubrir todas las vacantes o jubilaciones pendientes ni crear
verdaderos nuevos puestos que puedan aliviar las presiones asistenciales de sus
compañeros o puedan disminuir volumen de listas de espera.
A todo esto se añade el incumplimiento habitual, por parte de las
gerencias, de la regulación estipulada para librar las guardias o el abuso de
los profesionales con horarios extraordinarios voluntarios abusivos.
Desde hace siete años la población a atender en España ha aumentado
significativamente (por el envejecimiento de la población, entre otros
motivos), mientras que la oferta de empleo es actualmente un 10% menor que
entonces y manteniéndose la misma tasa de eventualidad.
No espero que estas elecciones vayan a arreglar nada. Después de ellas todo
seguirá igual. Seguirán aumentando las listas de espera y la carga asistencial,
se mantendrán los recortes y las horas extraordinarias no remuneradas y, para
colmo, con la llegada del verano, nos veremos obligados a cerrar unidades por
déficit de profesionales o solucionaremos las consultas
con doble citación de pacientes a la misma hora, lo que ya es el colmo.
Nos acostumbramos a la injusticia y a sus consecuencias y lo compensamos con dedicación y vocación. Y lo peor de todo: ellos
lo saben y se aprovechan de ello.
Una solución a los nuevos gobernantes: aproxímense a la media europea y
aumenten un punto él % del PIB dedicado a la Sanidad pública. Con eso basta.
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