viernes, 31 de octubre de 2014

Los CELADORES del HUCA sacan las uñas, pues dicen sentirse infravalorados y desmoralizados.



Los CELADORES del HUCA sacan las uñas, pues dicen sentirse infravalorados y desmoralizados.

Las promesas incumplidas, que por lo que se puede ver afectan a todo el mundo en el entorno de la sanidad asturiana, no dejan títere con cabeza, pues un día sí y otro también, las cartas de protesta se van acumulando en los despachos del SESPA, y cuando estas no son atendidas, son los medios de comunicación los que se hacen eco de ellas, por no hablar de los foros sociales, donde se puede leer de todo, mientras que los dedos acusadores apuntan a los de siempre, los nefastos gestores que alguien puso al frente de la sanidad.
No seré yo quien ponga en duda la situación de los celadores, pues ya en el Cristo se comentaba que eran insuficientes para todas las labores que tenían encomendadas, pero según la carta que hicieron publica en las redes sociales, son ahora ellos los que sufren la total indiferencia por parte de los gestores del SESPA, esto los esta llevando hacia un callejón sin salida, mientras la  crispación va en aumento.
Si algo esta claro, es que el espacio a cubrir en el newHUCA es mucho mayor que en el Cristo, mientras las personas que prestan servicio en cada turno son las mismas o incluso menos. Desplazarse desde la recepción del newHUCA a urgencias lleva su tiempo, así que no debe de extrañar ver a una enfermera o incluso un médico desplazando a un paciente en silla de ruedas, pues como ellos mismo reconocen, son muy pocos efectivos para tanto hospital, y vale más hacerlo, que esperar a que venga el celador, más que nada porque sabe dios en que parte del complejo se encuentra cuando solicitan sus servicios.

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Estimados compañeros: 

La situación a la que hemos llegado los celadores del HUCA es lamentable, todos sentimos que se está infravalorando cada vez más nuestra profesión, y la carga de trabajo se ha multiplicado enormemente, en parte por las distancias que a diario tenemos que recorrer.
De qué nos vale que las otras categorías, y en particular nuestros superiores, reconozcan lo exiguo de la plantilla, si las exigencias son cada vez mayores y aumentan en acritud y premura a la hora de solicitarnos los servicios, porque a ningún facultativo le agrada que sus pacientes tengan que esperar... 
De nada valen los agradecimientos iniciales por nuestra dedicación y esfuerzo, si las promesas de ampliar el número de celadores han devenido en parches a todas luces insuficientes. 
Por sistema, se mal cubren las faltas de asistencia por bajas o permisos -si se cubren- abandonándonos a nuestra suerte principalmente los festivos, fines de semana y noches, porque el trabajo sale igual mediante un esfuerzo añadido, estresante y cada vez más agotador.
Hemos visto cómo las contrataciones que se realizan cada vez son más desconcertantes, injustas y según un criterio de racionalización del trabajo esencialmente teórico, y que en la práctica resulta inapropiado, con la intención de reducir gastos precisamente con los que salimos más baratos.
Se están imponiendo los "deslizantes" -en detrimento de los turnos clásicos- como un ensayo que se pretende sistematizar a costa de nuestro sacrificio personal, tanto en lo físico como en lo anímico. 
La desmoralización y el grado de insatisfacción de los celadores en general son notorios, y por haber estado tan desunidos y caído en el conformismo durante los últimos años nos están sacudiendo por todos los lados. 
Tanto fijos como eventuales debemos concienciarnos que, mientras no manifestemos nuestra disconformidad, seguirán apretando las tuercas, pues a quienes toman estas decisiones no les duele y se jactan de lo bien que lo están haciendo. 
Como colectivo, independientemente de ideologías, simpatías o filiaciones a un sindicato, debemos asumir que, en beneficio de todos, hay que empezar a participar activamente y no dejar con indolencia que sean unos pocos los que den la cara para intentar mejorar nuestra situación actual.
Asimismo, debemos pedir y exigir la colaboración de los representantes sindicales, y no recurrir a ellos como meros confidentes de nuestras quejas. Este es un primer paso para que podamos decirles a quienes organizan nuestro trabajo que la crisis y los problemas presupuestarios no se van a solucionar vapuleando a los que estamos más abajo y menos caros salimos. Empezad a tomar conciencia del asunto, si permanecemos callados, el problema cada vez irá a peor, pues no nos ven como un obstáculo para sus propósitos.
Ánimo, y haceos a la idea de que juntos conseguiremos que se nos oiga, no como hasta ahora.

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