Rafael Matesanz, fundador y exdirector de la
Organización Nacional de Trasplantes (ONT)
El gran apagón de hace unos días ha llenado los medios de comunicación de expertos en generación y distribución de electricidad, que rápidamente desbancaron a los expertos en el Vaticano, que a su vez habían desplazado totalmente a los de los aranceles: la actualidad es vaporosa y evanescente. Gracias a ellos nos enteramos de muchas cosas que el común de los mortales (o al menos yo) desconocíamos, familiarizándonos con conceptos como la Red Eléctrica y su composición accionarial, la lista de compañías suministradoras, las distintas fuentes energéticas y sus mix correspondientes con sus pros y sus contras, “el mesianismo renovable” y muchas cosas más.
Del gran apagón al colapso sanitario
Uno de los
aspectos que más me llamó la atención fue la similitud de algunas de las cosas
que estaban pasando con lo que viene ocurriendo en nuestro sistema
sanitario y ello puede ser interesante porque nos permite
en ocasiones ver nuestra realidad como una caricatura y así sacar alguna
conclusión interesante.
El primer
nexo de unión tiene que ser necesariamente la extraña afirmación en su momento
por parte de los políticos responsables de que tanto nuestro sistema
sanitario como el sistema eléctrico eran
los mejores del mundo. En sanidad ya pocos se atreven a mantenerlo, sobre todo
después de los daños no repuestos causados por la pandemia,
pero en esto de la luz, ver a la presidenta de Red Eléctrica y a
los ministros corifeos insistiendo después del apagón que
tenemos el mejor sistema eléctrico del mundo tiene algo de alucinógeno.
“Según el Gobierno, somos la envidia del
mundo por lo bien que nos recuperamos del apagón que no supimos prever. Nada
distinto a lo que vimos durante la pandemia”.
También lo es el que desde el presidente
del Gobierno hasta toda la cadena de mando se ufanen de lo
bien que lo han hecho y de lo bien que se recuperó la corriente mientras miles
de personas seguían padeciendo las consecuencias del desastre en estaciones,
comercios y demás. Somos la envidia del mundo por lo bien que nos recuperamos
del desastre que no supimos prever. Nada distinto a lo que vimos durante la pandemia,
en que tras una gestión que cabe calificar de desastrosa, con una de las
mayores mortalidades del mundo tanto entre la población general como entre el personal
sanitario, predicciones de dos o tres casos y comités
de expertos que nunca existieron, el Gobierno no hizo sino
felicitarse de lo bien que lo había gestionado.
Los gestores sin experiencia, otro punto en común
Las
personas que han estado al frente de ambos sectores en la mayoría de los casos
han tenido en común su total ignorancia de
la materia a gestionar compensada, eso sí, por la adhesión incondicional al
presidente del Gobierno y que por supuesto les nombró a dedo y sin muchos más
criterios. Aquí sí hay que registrar una diferencia, dado que se comprende que
en el sector eléctrico los enchufes deben
ser más potentes y por tanto el sueldo de la Sra. Corredor (la del mejor
sistema del mundo y el “no sabemos lo que ha pasado, pero estamos seguros de
que no volverá a suceder”) es siete veces superior al del ministro/a de sanidad
de turno: cerca de 600.000 €/año, 50.000 € cada mes.
Sanidad y energía, víctimas de una gobernanza fallida
En
ambos casos, el Gobierno tiene
perfectamente identificado al enemigo de quien
dependen todos los males y los riesgos para el sistema: el sector
privado. En un caso son las compañías eléctricas e incluso la
posibilidad de incluir en el lote a Red Eléctrica pese
a estar plenamente controlada por el Estado, si se confirma, como todo parece
indicar, su responsabilidad en el apagón. En sanidad, la
privada se hace equivaler por parte del Gobierno a la quintaesencia de todos
los males, últimamente extendido el concepto a las universidades
privadas por formar aparentemente malos médicos.
La
causa final del apagón no se
conoce aún, pero en cuanto al mecanismo, todos los expertos creíbles apuntan
hacia un desequilibrio de las fuentes de energía en
favor de las renovables, que se
había repetido ya antes generando una serie de avisos de peligro reiteradamente
desoídos, pero que en esta ocasión, sin unos mecanismos estabilizadores ni una
dirección adecuada, provocó el desastre. En suma, un empacho de fotovoltaica mal
digerido, pero eso sí, con gran bronca a su alrededor por las implicaciones
políticas y de responsabilidades que se derivarán si alguien se declara
culpable. En el caso de la sanidad se han venido produciendo desde hace
bastante tiempo avisos de que no íbamos por buen camino y se han invocado
multitud de causas, aunque hay dos obvias: una infrafinanciación crónica y
generalizada y un sistema de gobernanza delirante entre ministerio y
comunidades que impide cualquier reforma de calado. El
riesgo de aparición de una pandemia como la
que nos asoló y puso definitivamente en fuera de juego había sido anunciado
repetidamente por epidemiólogos y
expertos en infecciosas, pero por supuesto nos pilló totalmente en blanco.
El apagón sanitario ya está aquí (y nadie lo investiga)
Finalmente,
si en sanidad no se tomaron las debidas precauciones para afrontar la pandemia ni
se adoptaron las medidas estructurales para evitar el descarrilamiento del
sistema, en el suministro eléctrico se emprendió un camino acelerado de cambio
de fuentes
de energía hacia la eólica y la fotovoltaica (lo
del mesianismo
renovable de Jordi Sevilla, anterior presidente de Red
Eléctrica) sin hacer las necesarias inversiones ni cambios
estabilizadores, cuya ausencia ha dado lugar a la situación actual. En ambos
casos la debida acción gubernamental ha
brillado por su ausencia, aunque sus responsables se sientan plenamente
satisfechos.
Así
pues, la historia tiende a repetirse aun en sectores tan aparentemente lejanos,
y viendo lo que ocurre en sanidad se puede
prever perfectamente lo que va a pasar con el apagón, la Red
Eléctrica y la comisión de investigación creada para
averiguar las causas y el responsable: ABSOLUTAMENTE NADA.
Fuente documental:
https://www.redaccionmedica.com/opinion/rafael-matesanz/el-gran-apagon-y-sus-correspondencias-sanitarias-8625
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