Por Arturo Pereira
Pocas profesiones han sido tan tratadas en el cine y en la literatura como la de enfermería. Películas: Adiós a las armas, Alguien voló sobre el nido del cuco, o El paciente inglés. Libros: La enfermera de Auschwitz o La enfermera de Bellevue, y su éxito, dan fe del interés del público por esta profesión. Y tan pocas profesiones han sido tan maltratadas.
Sin embargo, podemos preguntarnos, ¿qué sabemos de las personas, mujeres en su inmensa mayoría, que dedican sus vidas a este trabajo? Quizás si realizáramos una encuesta, ahora tan de moda como medio para captar el pulso de la sociedad, obtendríamos, entre otras, la respuesta de que se dedican a cuidar de los demás.
Tras esa idea general y simple sobre lo que significa ser
enfermera se esconde todo un mundo complejo de anhelos, realidades y en
ocasiones frustraciones. La complejidad de la enfermería deriva de su carácter
indispensable, no solo en el sistema de salud, que es clave en nuestras vidas,
sino también en la organización social.
No creo que se reconozca en su justa medida el papel que
las enfermeras, no utilizaré el término enfermero deliberadamente, y no lo creo
porque siempre están dónde y cuándo tienen que estar. Esto, que debiera ser su
principal activo de cara a la sociedad, se ha convertido en su condena.
Los seres humanos no apreciamos aquello que damos por
supuesto y que nos corresponde por derecho propio. Así, presuponemos que las
enfermeras tienen que ser precisamente como son, simplemente magníficas. Son
miles en todo el país, su número y su trabajo las convierten en un grupo de
presión clave en nuestra sociedad.
Pero, pocos habrán visto ni siquiera un amago de huelga
de enfermería. Es un caso digno de estudio. Su situación laboral tras años de
estudio no es para estar rumbosos de alegría. Las guardias, salvan de la
mezquindad su salario. Aun así, sus reivindicaciones siempre las han hecho de forma
más que correcta, sin poner en peligro las prestaciones de los pacientes.
Ser maltratadas por la sociedad a la que cuidas no es
justo. Costó mucho que enfermería fuera considerada en su momento una carrera
universitaria. A la hora de intentar asumir más competencias todo son
obstáculos. Se habla del déficit de médicos y de su carga excesiva de trabajo
(que es cierto) pero apenas de la misma situación de la enfermería.
Intentando encontrar respuestas a estas situaciones
difíciles de entender para una mente lógica, solo se me ocurre concluir que es
su vocación de servicio y sentido del deber lo que provoca la indiferencia ante
sus justas reivindicaciones. Solo aquellos que han pasado por graves
dificultades de salud y las han necesitado han conocido la importancia de su
presencia.
Siempre están en segundo lugar, un paso por detrás, con
discreción pero con eficacia. La empatía es clave en su trato con el paciente.
Son la infantería del sistema sanitario, las que minuto a minuto cuidan y
sostienen al enfermo.
Las enfermeras encarnan la voluntad de los dioses griegos
buenos, porque los había malos según Homero, que pretendían hacer del mundo un
lugar lleno de vida y felicidad para los humanos. Un mundo que cada vez
minusvalora más a los puntales que lo sostienen. Ellas son una luz y una
esperanza para los enfermos y no enfermos.
No somos conscientes del trabajo que hacen. Muchos de
nosotros, quizás el día que nos llegue nuestra hora, tendremos a nuestro lado
solamente a una enfermera que sin tener más vínculo con nosotros que ser su
paciente, nos aportará la humanidad que todos desearemos en tal trance.
Debiéramos ser más agradecidos y justos.
Fuente documental:
https://www.diariodeleon.es/opinion/241107/1674363/enfermeras.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario