lunes, 29 de julio de 2019

Otra forma de lucha contra el cáncer


Pedaladas de altura por Yeray
Tras la muerte de su hijo, Kiko Moreno une el Gamoniteiro con la Bola del Mundo | Este padre recorrió con su bicicleta 430 kilómetros para reclamar que se priorice la investigación sobre el sarcoma de Ewing
“Cuando pierdes a un hijo tienes que buscar la fórmula de intentar mantenerte cuerdo”. Es una frase dura, directa y cargada de un dolor indescriptible, el que trasmiten Mari Paz Álvarez y Kiko Moreno, unos padres que hace cuatro años perdieron a su hijo Yeray. Se lo llevó un cáncer con nombre y apellidos, el sarcoma de Ewing. Solo tenía 20 años y toda una vida por delante.
Aún están aprendiendo a convivir con el vacío que les dejó: “No se puede sacar nada positivo de este dolor”. Poco se puede decir ante esta afirmación tan contundente como realista. ¿Quién puede sobreponerse a la muerte de un hijo? Estos padres perdieron a Yeray, su otra hija perdió un hermano y «la familia murió, en cierta manera, con él».
Cuatro años después de su fallecimiento han tenido que aprender a encauzar el dolor. La madre encontró consuelo en las redes sociales, el padre en la bicicleta.
«Dijeron que le quedaban seis meses de vida y vivió cuatro en el mayor de los horrores»
Hace dos semanas recorrió 430 kilómetros sobre dos ruedas. Unió el puerto más alto de montaña de Asturias, con carretera transitable, con el más elevado de Madrid: del Gamoniteiro (1.772 metros) a la Bola del Mundo (2.265 metros). “Mi objetivo es visibilizar esta enfermedad, pedir que se investigue más y homenajear a los guerreros que luchan contra ella”, explica.
A Moreno le movió en su hazaña -salió desde la plaza de la Catedral un miércoles y regresó a Oviedo dos días después- la necesidad de sacar el dolor y la impotencia por la muerte de su hijo pero sobre todo “pedir que se investigue más”. Por eso, este aficionado a la bicicleta, forma parte del Club Biciteca, lleva el nombre de su hijo en cada salida en la que participa. Un dorsal personalizado donde se lee 'Yeray'. Cuando le preguntan por él, cuenta su historia y así va haciendo llegar el mensaje por el que lucha esta familia: buscar una cura para el sarcoma de Ewing. “La enfermedad fue muy cruel con nuestro hijo”, valora.
Sin futuro
Yeray Moreno tenía 20 años cuando llegó a su casa una tarde de sus clases de Ingeniería en Gijón. “Nos dijo que tenía un dolor de espalda”. Fue el comienzo de una historia cargada de desaciertos en el diagnóstico. “El médico de cabecera nos dijo que era una lumbalgia y se le trató con antiinflamatorios”, explica su madre. Pero el dolor no cesaba. Peor, iba a más.
Tras idas y venidas a Urgencias del HUCA, llamadas de ambulancias, consultas a Traumatología y hasta la negativa de realizarle un TAC –“porque no lo veían pertinente porque mi hijo era un hipocondríaco, nos llegaron a decir”, explicó su madre-, llegó el ingreso y el diagnóstico definitivo del hospital. Un sarcoma de Ewing en estadio 4 que afectaba a la zona lumbar y a tejidos blandos con metástasis en la cabeza y en los pulmones. «Nos dijeron que le quedaban seis meses de vida. Vivió cuatro en el mayor de los horrores». La pregunta que se hacen estos padres es inevitable: “¿Cómo no se vio antes?”.
Creen que hace falta potenciar la investigación. Por ello no descartan ampliar sus acciones reivindicativas para visibilizar esta dura enfermedad. Un tipo de cáncer poco frecuente que se manifiesta en los huesos o en el tejido blando alrededor de ellos. Puede aparecer a cualquier edad pero es más frecuente en adolescentes o adultos jóvenes, como fue el caso de Yeray.
La investigación es clave para avanzar en ponerle freno a esta enfermedad. Por eso Moreno seguirá pedaleando con su bicicleta llevando el nombre de su hijo a lo más alto y por todos los “guerreros” que luchan contra el cáncer.

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