Andreas murió de meningitis tras estar 75 horas atada en Psiquiatría
Un
juez ultima la investigación penal por el fallecimiento de una mujer de 26 años
diagnosticada por error de una enfermedad mental cuando sufría una grave
infección
La última vez que Aitana vio a su hermana Andreas Fernández
González con vida fue el lunes 24 de abril de 2017. “Beatriz Camporro, la
doctora que estaba al cargo de Andreas, me cogió del brazo y me dijo: ‘Tu
hermana es joven, tendrá que luchar por su vida”, recuerda Aitana. Andreas
había ingresado en la unidad psiquiátrica del Hospital Universitario Central de
Asturias (HUCA) el viernes anterior. “Ahí supe que algo iba mal. Nadie muere,
de repente, por un problema de salud mental”, añade Aitana.
Ambas habrían sido
consecuencia de una infección grave que no se diagnosticó ni trató
adecuadamente, ya que fue considerada paciente psiquiátrica. Durante la mayor
parte del ingreso —casi cuatro días—, Andreas estuvo atada a la cama. Su
familia no pudo visitarla porque el hospital no lo permitió.
Según Aitana, Andreas debió ingresar en la UCI del hospital
público, no en Psiquiatría. “Fuimos varias veces a Urgencias porque ella tenía
amigdalitis aguda y porque empezó a oír ruidos en su cabeza. Cuando vieron en
los antecedentes familiares que mi madre tiene esquizofrenia, dieron por hecho que Andreas también tenía una
patología mental. En realidad se estaba muriendo por una meningitis, que era la que causaba
los ruidos que escuchaba. No hicieron nada para salvar su vida
y por eso he denunciado a siete médicos por la vía penal, acusados de homicidio
por imprudencia profesional grave”, afirma Aitana.
Abril de 2017: Desde principios de mes, Andreas Fernández González,
de 26 años, acude en varias ocasiones al ambulatorio. Le diagnostican
amigdalitis aguda.
Martes 18 de abril: Andreas
acude dos veces al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Primero,
de madrugada, por la amigdalitis. Regresa por la tarde porque “escucha ruidos”.
El informe de esta segunda consulta en Urgencias reitera la amigdalitis aguda y
placas pustulosas, pero incluye los antecedentes psiquiátricos de la madre de
Andreas.
Miércoles 19: Andreas acude de
nuevo por “cuadro de ansiedad”.
Jueves 20: Andreas regresa al
HUCA. A las 22.58 ingresa de manera voluntaria en Psiquiatría.
Viernes 21: Por la mañana, Andreas dice que quiere irse. La
psiquiatra responsable del caso de Andreas considera necesario que siga en
Psiquiatría por su estado de agitación, así que el ingreso se torna
involuntario y se pauta contención mecánica a las 13.38. Esta situación de
privación de libertad se mantendrá desde esta hora hasta la muerte de Andreas.
Sábado 22: El
hospital comunica al juzgado de guardia el ingreso involuntario de la paciente
a las siete de la tarde. Aunque esto, además de la contención mecánica, se
había aplicado a las 13.38 del día anterior. Han pasado algo más de 30 horas,
pese a que la ley obliga al hospital a informar antes de 24 horas.
Domingo 23: El
forense de guardia visita a Andreas para valorar el ingreso involuntario.
Lunes 24: El
forense que había visitado a Andreas el día anterior para valorar el ingreso
involuntario, emite su informe favorable a la decisión del hospital. A primera hora
de la tarde, Andreas entra en parada cardíaca y fallece a las 17.17.
Martes 25: La jueza firma el informe elaborado por el forense sin
saber que la paciente había fallecido el día anterior.
Aitana,
de 23 años, presentó una denuncia tras la muerte de su hermana. “Mi primer
abogado quería ir por la vía administrativa. Decidió no aportar el historial
clínico, por lo que la juez determinó que se trataba de una muerte natural y el
caso se cerró. Pero yo quería ir por la vía penal” Así, Aitana, junto a una
nueva abogada, Alejandra Gutiérrez, consiguió que el caso se reabriese en
febrero de 2018: “Entonces sí presentamos la historia clínica completa y
pedimos que declarasen los siete denunciados”, señala la letrada.
Andreas
tenía 26 años cuando falleció el 24 de abril de 2017, era licenciada en
Psicología y estaba opositando. “A principios de abril mi hermana empezó a
encontrarse mal. Yo estaba de viaje y me escribía whatsapps diciendo: ‘Aitana, estoy muy
malina’. En el ambulatorio le diagnosticaron una amigdalitis aguda y le
pautaron antibióticos. Cada vez estaba peor. Cuando volví de viaje, como en el
ambulatorio siempre le decían lo mismo, fuimos a Urgencias del HUCA”.
La
primera vez que Andreas acude al HUCA es en la madrugada del martes 18 de
abril. El informe médico de ese día apunta que tenía “fiebre y amigdalitis
desde hacía dos semanas” y que estaba tomando amoxicilina. Además de tener
picos de fiebre, el análisis de sangre muestra valores muy por encima de lo
normal de la proteína C reactiva, de los leucocitos y de los neutrófilos.
Ese
mismo día, por la tarde, Andreas vuelve. Esta vez oye ruidos. “Refiere escuchar
barullo, la alarma del móvil...” pero “haciendo crítica de irrealidad”, reza el
informe. “En una persona previamente sana con un cuadro de alucinaciones
auditivas de nueva aparición, es necesario descartar patología orgánica. Más
aún si ese cuadro va acompañado de una infección, fiebre y leucocitosis con
neutrofilia. Lo indicado en estos casos es realizar un hemograma, bioquímica,
detección de drogas y una prueba de imagen (TAC)”, apunta una médica de
Urgencias que prefiere mantenerse en el anonimato. El informe reitera la
amigdalitis aguda y placas pustulosas, pero incluye los antecedentes familiares
como posible explicación a los ruidos que escucha y al estado de nerviosismo
que presentaba: “Madre con esquizofrenia, padre con depresión mayor”, indica el
documento médico.
Ruidos no reales
“Mi
hermana sabía que esos ruidos no eran reales. Pesaron mucho más los
antecedentes familiares que una posible enfermedad orgánica”, explica Aitana.
El psiquiatra José María Fernández, excoordinador del Área de Salud Mental
de Asturias, señala que
“nunca se puede valorar la psicopatología que pueda tener una persona por lo
que le haya pasado a los familiares. En salud mental se necesita tiempo para
valorar. Una alucinación puede deberse a distintos factores, algunos de ellos
orgánicos”, añade.
Tras
recibir el alta, Andreas acude de nuevo el miércoles de madrugada. ¿El motivo?
“Cuadro de ansiedad”, según el informe. Se va y vuelve al día siguiente, el 20
por la noche: “Esos días mi hermana ya estaba muy nerviosa. Se notaba mal,
desganada. Empezó a oír ruidos y no le hacían ninguna prueba. Cuando la vio la
psiquiatra de guardia y dijo que la ingresaría en Psiquiatría, a mi hermana le
pareció bien porque pensaba: ‘Quiero estar protegida en un hospital, me harán
las pruebas necesarias, verán que es algo orgánico y por fin sabrán qué me
pasa”, señala Aitana. El diagnóstico de ingreso en Psiquiatría —informe que
incluye de nuevo el antecedente materno de esquizofrenia— es de “episodio
disociativo y personalidad frágil”.
A
pesar de que Andreas ingresa voluntariamente, al día siguiente —viernes 21 por
la mañana—, quiere irse. “Comienza una escalada de gritos y quejas. Da patadas
en la puerta y exige que la dejemos irse. Imposible tener una conversación con
ella”, apunta el informe médico. Y ahí es cuando el ingreso voluntario se torna
involuntario y se pauta contención mecánica (atar a un paciente).
“Ese día llamé al hospital. La psiquiatra Beatriz Camporro, que estaba al cargo
de mi hermana, me dijo que le habían aplicado contención mecánica. Yo quería
sacarla de allí, pero me dijo que la potestad sobre ella ahora la tenía el
hospital”, explica Aitana.
Este
periódico ha tratado de conocer la versión de Camporro sobre el caso de Andreas
y sobre los protocolos en Psiquiatría, ya que además es la directora del Área
de Salud Mental. Ha rehusado hablar. También Pablo Muñiz, director del HUCA, y
José Ángel Arbesú, responsable de coordinación de Salud Mental de Asturias, han
rechazado hablar. El Comité de Ética del HUCA, encargado de analizar la labor
asistencial a los pacientes, no ha respondido.
El
resto de médicos denunciados tampoco ha hecho declaraciones. Su representante
legal, Javier Álvarez, abogado de todos ellos, ha explicado que la de Andreas
es “una muerte súbita, como puede haber muchas”. “Cuando es una persona joven
es más desgraciado, pero la vida es así. No hay ninguna negligencia médica”,
añade Álvarez.
Andreas
permaneció atada a la cama desde el viernes 21 —a las 13.38, según el informe
médico— hasta el momento de su muerte, el lunes 24 de abril a primera hora de
la tarde. Es decir, unas 75 horas seguidas sin poder moverse. El psicólogo
Emilio López Navarro, cuya tesis doctoral critica el trato que se le da a los
pacientes con diagnósticos de salud mental, apunta que “el reflejo humano es
escabullirse o revolverse cuando quiere hacer un movimiento y no le dejan”: “La
contención mecánica es una barbaridad, sobre todo si es prolongada en el
tiempo”. Según la autopsia, Andreas sufrió erosiones en los codos al intentar
liberarse de las ataduras.
Según
la Ley de Enjuiciamiento Civil, el hospital tiene obligación de informar al
juzgado competente lo antes posible del ingreso involuntario (así como de
cualquier medida que suponga la privación de libertad del paciente, como sería
la contención mecánica), pero siempre en un plazo máximo de 24 horas. Según
consta en los documentos aportados durante la fase de instrucción, el hospital
no informó hasta el sábado a las siete de la tarde, cuando habían transcurrido
alrededor de 30 horas desde que el ingreso de Andreas se tornase involuntario y
de que fuese atada a la cama, excediendo así el plazo que marca la ley. El
forense que evaluó a Andreas acudió el domingo 23 y emitió su informe favorable
a la decisión del hospital la mañana del día siguiente. La juez firmó la
autorización el martes 25, sin saber que Andreas había fallecido el día
anterior. “El hospital ni siquiera avisó al juzgado de que mi hermana había
muerto”, apunta Aitana.
El
viernes por la noche, Andreas llega a nivel de “postración” por efecto de la
medicación (antipsicóticos y antidepresivos), según recoge el informe médico.
“El agua le cae por las comisuras de los labios, no traga, no responde a
estímulos verbales”, figura en el documento.
El
sábado 22, Andreas pasa prácticamente todo el día dormida y febril, según el
informe. El domingo, también: “Se encuentra muy somnolienta, no responde a
estímulos verbales ni táctiles. No es posible realizar entrevista”, señala en
el informe la psiquiatra de guardia del domingo, quien pide un TAC y una
analítica. “Ese domingo llamé y pedí hablar con la psiquiatra de guardia. Le
dije: ‘Por favor, hacedle alguna prueba. Tiene algo orgánico’. Esto se lo
decíamos a los médicos. La psiquiatra me dijo, por fin, que iba a pedir un TAC.
En teoría, se lo iban a hacer el lunes 24, pero ya fue muy tarde. Si se lo
hubiesen hecho el domingo, habrían visto que tenía meningitis y mi hermana
quizá seguiría viva”, relata la hermana.
Luchar por su vida
El
lunes por la mañana, Aitana acude al hospital: “Cuando llegué, Beatriz
Camporro, que había vuelto tras el fin de semana, me dijo que le diese un beso
a mi hermana. Y que Andreas tendría que luchar por su vida. Me dio un ataque de
ansiedad y me tiré al suelo. Le decía: ‘¿Qué habéis hecho? ¡Os dije que tenía
algo orgánico!’. Ella me dijo: ‘Aquí no estamos para tratarte a ti, sino para
tratar a tu hermana”.
Aitana
se fue a casa tras despedirse de Andreas sin saber que ya no volvería a verla
viva. Horas después, sonó el teléfono: Andreas estaba en parada cardiaca. “No
estaba monitorizada, así que tardaron media hora en darse cuenta de que estaba
en parada”.
El
proceso está en fase de instrucción a la espera del informe forense final. Hay
siete médicos denunciados e investigados por “homicidio por imprudencia
profesional grave” que ya han declarado en el juzgado: “Hubo una dejación total
de funciones. No es que pusiesen medios para ver qué le pasaba y aun así no
diesen con la causa. Es que no le hicieron pruebas, a pesar de que ella siempre
decía que tenía algo orgánico”, relata Aitana. “Cuando la gente sabe que una
persona tiene un problema psiquiátrico, ya no la ve del mismo modo. Y los
profesionales, tampoco. No es lo mismo que proteste alguien que no tiene nada a
que lo haga alguien con un diagnóstico de psicosis. Le restamos credibilidad”,
valora el psiquiatra José María Fernández.
Han
pasado dos años, pero es abril de nuevo. Sentada en el mismo piso que compartía
con su hermana, Aitana se pregunta qué podría haber hecho ella para que nada de
esto hubiese ocurrido. Pero la respuesta es siempre la misma: “Fue el ego de
los médicos lo que pudo con la vida de mi hermana”.
Fuente
documental:
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