viernes, 26 de abril de 2019

La gestión sanitaria

J. A. P.
Son demasiadas las ocasiones en que oímos hablar de la mala o pésima “gestión” sanitaria. Que dicho sea de paso nada tiene que ver con la “atención” sanitaria. Pues esta última es la que ejercen los profesionales a pie de obra, donde en muchas ocasiones, hacen más de lo que pueden, ya que como es bien sabido no andan muy sobrados de recursos. 
Tomando como excusa la galopante crisis que padecimos en la última década, los gestores de la Sanidad pública aprovecharon ese momento para llevar a cabo todo tipo de recortes, bajo la premisa de que tan solo eran ajustes puntuales y necesarios. En algunos casos estos recortes bien pudieran ser calificados de salvajes, ya que se vieron gravemente afectados los derechos de los usuarios. En otros casos se antepuso la gestión económica a la salud y a la calidad de vida del paciente por muy fuerte que esto suene. Situación que propició que la supuesta gestión sanitaria ganara por goleada, económicamente hablando, ya que se antepuso está, a la atención sanitaria que algunos pacientes precisaban. De todo ello queda constancia en las decenas de denuncias aparecidas en medios de comunicación, amén de otras muchas, para las cuales se utilizaron las redes sociales. Los gestores dejaron en segundo plano la salud de la población, aunque sigan empeñados en decirnos todo lo contrario, pero las evidencias, junto a las quejas y denuncias, dejan constancia fehaciente de todo lo acontecido.
Hasta hace bien poco eran tan solo los servicios hospitalarios los que se encontraban colapsados. Las listas de espera para una primera consulta con el especialista son una pesadilla para los miles de pacientes que las tienen que sufrir. Salvado este primer escollo, nos encontramos con las listas para una prueba diagnóstica, que por desgracia no siempre van adheridas a la primera consulta. Para finalizar, eso si,  si todo va bien, el paciente será incluido en la lista quirúrgica, donde a pesar de los muchos decretos de atención promulgados en los últimos años, el último fue el 59/2018, con el que se pretendía regular estas listas de espera, los avances conseguidos a día de hoy son más bien escasos, por no decir que son nulos. Las pruebas diagnósticas sobre el papel no deberían de exceder los 60 días de espera, mientras que para las intervenciones quirúrgicas no tendrían que superar los seis meses (180 días). Nada de ello se está cumpliendo.
Pero de un tiempo a esta parte nacieron nuevas listas de espera, esta vez en los Centros de Atención Primaria. Independientemente del número de personas que se atiendan en estos centros, ya no resulta extraño para el usuario, que al llamar para concertar una cita con su médico de cabecera, esta se le conceda en el mejor de los casos para dos o tres días después.   
Volviendo a las listas de espera quirúrgicas en nuestra CCAA, lo que acontece en los servicios de Oftalmología y Traumatología del HUCA, aunque también se ven afectados de igual manera los de otras áreas sanitarias, es difícilmente calificable. Pero vamos a centrarnos en Traumatolgía, donde conseguir una primera consulta se convirtió en una auténtica odisea, y dicha espera tiene para el paciente demasiados daños colaterales. Pues tras conseguir fecha para la primera consulta, tendríamos a posteriori otra para realizar las pruebas diagnósticas (placas, resonancia, etc) con las cuales el especialista puede refrendar su diagnóstico. Nos faltaría entonces una segunda consulta, y si todo va bien, entraríamos a formar parte de la lista quirúrgica. 

Pero durante todo este tiempo en la inmensa mayoría de los casos, el paciente sufre dolores, los cuales deberá de mitigar con una medicación que nos siempre le proporciona el alivio deseado. No debemos de olvidar los daños estomacales que todo ello ocasiona, y que a la larga también suele traer consecuencias a quien tan solo buscaba solución para su dolencia de una cadera, una rodilla, etc.  Por tanto, no es descabellado suponer que estas largas esperas obligan al paciente a solicitar una nueva consulta, en esta ocasión en el servicio de Medicina Interna, donde le van evaluar las consecuencias que en su organismo ocasionaron las cuantiosas ingestas de analgésicos y antiinflamatorios a lo largo de tantos meses de espera.      
Pero todo ello tiene incluso una explicación lógica. Ya que los gerentes de las diferentes áreas sanitarias están obligados a cuadrar sus presupuestos, recurriendo en algunos casos a ciertas argucias, las cuales  les permiten recortar donde no debieran, pero eso al Sespa no le importa. Aplazar una intervención quirúrgica de cadera, o de cualquier otra dolencia,  trae consigo cierto ahorro económico. Si esta situación la realizamos varias veces a lo largo del año, es más que evidente que el ahorro tiene que ser cuantioso. En estos aplazamientos debemos de tener además en cuenta del ahorro que supone la prótesis, al igual que todo el gasto que conlleva cualquier acto quirúrgico en si. Pues tras comprar de la prótesis, se deben de movilizar a todo el equipo quirúrgico y de pruebas diagnosticas que son necesarias para poder llevar a cabo dicha intervención. A todo esto tendremos que sumar la estancia del paciente en el centro, sin olvidar el gasto que propiciaron las consultas y pruebas diagnosticas antes de entrar y quirófano, así como el coste de las posteriores consultas, hasta poder recibir el alta definitiva. Vamos, un pico en toda regla que la mayoría de los mortales deberíamos de conocer, para ser conscientes del coste de un acto quirúrgico. 

Pero todas estas reflexiones no sirven para nada, más cuando algunos se empeñan en decirnos que tenemos al frente de la Sanidad pública a los mejores gestores. Aunque no es menos cierto, que ellos van a lo suyo y a los pacientes que les den. Por eso que si no te mueres de dolor, te puedes morir de una úlcera de estómago producida por el prolongado uso de analgésicos y protectores estomacales y similares. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario