martes, 1 de mayo de 2018

OBEJETIVO, ponerles cara a los responsables de la Sanidad pública asturiana.

Está carta va dirigida a Miguel Rodriguez  Gerente del Area Sanitaria V. Anteriormente había sido Director del Médico del HUCA, anteriormente… 
Es la misma persona que en su día dijo que:
Este es uno de los profesionales de las denominadas “puertas giratorias”. Uno de esos cargos llamados de confianza, que son nombrados a dedo, aunque técnicamente se les denomine de “libre designación”, aunque en realidad no dejan de ser cargos políticos. Cuya misión hoy día, es finiquitar todo lo que funciona en la Sanidad pública, para dejarlo en manos de sus amigos de la privada.
Así funcionan las cosas en el Area Sanitaria V, donde Rodríguez es el máximo responsable.
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 El purgatorio de las urgencias hospitalarias
Constantino Díaz Fernández (Oviedo) – LNE 30/4/2018

Mucho se ha escrito, y se ha dicho, sobre las carencias que en Asturias presentan los Servicios de Urgencia Hospitalarios, tanto para los principales protagonistas, los pacientes, como para las personas que los acompañan y que tienen que soportar estoicamente largas esperas para tener una primera impresión médica sobre el estado de las personas que han sido ingresadas en estas unidades. A pesar de que todo esto ya nos hace ponernos en guardia cuando, por imperativos del destino, tenemos que acompañar a una persona querida a uno de estos servicios de emergencia, la realidad supera a todo lo que nos podríamos imaginar. Si bien es verdad que los trámites pertinentes para la recepción del enfermo, que obviamente suele llegar en circunstancias muy particulares, normalmente es rápida, y en un momento lo perdemos de vista, presuntamente para recibir asistencia sanitaria inmediata, lo peor queda por venir: larga espera del paciente, muchas veces en condiciones precarias, para recibir los primeros auxilios, como problema principal, y el añadido de la desesperación de los familiares ante la falta de noticias, abandonados en salas de espera que no reúnen las condiciones adecuadas para ese cometido y enfrentados a interlocutores carentes de la empatía mínima necesaria para entender y comprender el estado de ánimo de las personas que están sometidas a la presión psicológica que se genera en estas circunstancias.
Mi particular experiencia, unida a la de otras personas que me acompañaron en una de esas situaciones, imprevistas y no deseadas, en el Hospital de Cabueñes de Gijón, justifica sobradamente lo anteriormente expresado: ingresada una persona de la familia en un estado muy delicado, derivado de una intervención quirúrgica anterior realizada en el mismo centro sanitario, sobre las 9.30 horas de la mañana del pasado día 9 de marzo, no se recibió el primer informe médico hasta pasadas la 13.30 horas de la tarde, momento en el que se nos comunicó que presentaba un problema importante que requería hospitalización y que se nos avisaría oportunamente cuando fuera trasladada a planta. Tuvieron que pasar varias horas más para que, al fin, sobre las 17.30 horas, nos confirmaran la planta y habitación donde iba a ser ingresada; pero, desafortunadamente, esto no fue el final del calvario de la espera. La carencia de celadores para poder trasladar la cama con la paciente al lugar al que había sido destinada demoró esta “complicada maniobra” una hora más: total nueve horas de espera que, a pesar de todas las disculpas que se quieran poner, no parece que sea asumible ni justificable. Desgraciadamente, después de todo lo anterior, esta historia no tuvo un desenlace feliz. Inesperadamente, la paciente falleció días después dejando un hondo pesar en su familia y amistades, amén de la duda de que toda una cadena de negligencias, acaecidas desde el mismo momento de su ingreso, pudieran haber sido causa de que se agotara prematuramente su existencia.
Por fortuna para algunos ciudadanos de este país, esta intolerable situación que se está viviendo en Asturias, donde la calidad de la sanidad está siendo cada vez más cuestionada, tanto por los propios usuarios como por los profesionales que prestan este servicio, no puede ser extrapolada a todo el territorio nacional, ya que, debido a las competencias que en esta materia han sido transferidas por el Gobierno central a las CC AA, se han creado diferentes modelos de prestación sanitaria, claramente diferenciados entre sí, que establecen una manifiesta discriminación entre los españoles, una más entre otras, en función de su lugar de residencia. Un problema derivado de un sistema político territorial tan injusto como innecesario, que, además de diferenciarnos en obligaciones y derechos, amén del enorme costo que supone el mantenimiento de su mastodóntica estructura, puede llevarnos, en casos extremos, hasta el punto de condicionar nuestro propio estado de salud.

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