Es la misma persona que en su día dijo que:
Este es uno
de los profesionales de las denominadas “puertas giratorias”. Uno de esos
cargos llamados de confianza, que son nombrados a dedo, aunque técnicamente se les denomine de “libre designación”, aunque en realidad
no dejan de ser cargos políticos. Cuya misión hoy día, es finiquitar todo lo que
funciona en la Sanidad pública, para dejarlo en manos de sus amigos de la privada.
Así
funcionan las cosas en el Area Sanitaria V, donde Rodríguez es el máximo
responsable.
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El purgatorio de las urgencias hospitalarias
Constantino Díaz Fernández (Oviedo) – LNE 30/4/2018
Mucho se ha escrito, y se ha dicho, sobre las carencias que en Asturias
presentan los Servicios de Urgencia Hospitalarios, tanto para los principales
protagonistas, los pacientes, como para las personas que los acompañan y que
tienen que soportar estoicamente largas esperas para tener una primera
impresión médica sobre el estado de las personas que han sido ingresadas en
estas unidades. A pesar de que todo esto ya nos hace ponernos en guardia
cuando, por imperativos del destino, tenemos que acompañar a una persona
querida a uno de estos servicios de emergencia, la realidad supera a todo lo
que nos podríamos imaginar. Si bien es verdad que los trámites pertinentes para
la recepción del enfermo, que obviamente suele llegar en circunstancias muy
particulares, normalmente es rápida, y en un momento lo perdemos de vista,
presuntamente para recibir asistencia sanitaria inmediata, lo peor queda por
venir: larga espera del paciente, muchas veces en condiciones precarias, para
recibir los primeros auxilios, como problema principal, y el añadido de la
desesperación de los familiares ante la falta de noticias, abandonados en salas
de espera que no reúnen las condiciones adecuadas para ese cometido y
enfrentados a interlocutores carentes de la empatía mínima necesaria para
entender y comprender el estado de ánimo de las personas que están sometidas a
la presión psicológica que se genera en estas circunstancias.
Mi particular experiencia, unida a la de otras personas que me acompañaron
en una de esas situaciones, imprevistas y no deseadas, en el Hospital de
Cabueñes de Gijón, justifica sobradamente lo anteriormente expresado: ingresada
una persona de la familia en un estado muy delicado, derivado de una
intervención quirúrgica anterior realizada en el mismo centro sanitario, sobre
las 9.30 horas de la mañana del pasado día 9 de marzo, no se recibió el primer
informe médico hasta pasadas la 13.30 horas de la tarde, momento en el que se
nos comunicó que presentaba un problema importante que requería hospitalización
y que se nos avisaría oportunamente cuando fuera trasladada a planta. Tuvieron
que pasar varias horas más para que, al fin, sobre las 17.30 horas, nos confirmaran
la planta y habitación donde iba a ser ingresada; pero, desafortunadamente,
esto no fue el final del calvario de la espera. La carencia de celadores para
poder trasladar la cama con la paciente al lugar al que había sido destinada
demoró esta “complicada maniobra” una hora más: total nueve horas de espera
que, a pesar de todas las disculpas que se quieran poner, no parece que sea
asumible ni justificable. Desgraciadamente, después de todo lo anterior, esta
historia no tuvo un desenlace feliz. Inesperadamente, la paciente falleció días
después dejando un hondo pesar en su familia y amistades, amén de la duda de
que toda una cadena de negligencias, acaecidas desde el mismo momento de su
ingreso, pudieran haber sido causa de que se agotara prematuramente su
existencia.
Por fortuna para algunos ciudadanos de este país, esta intolerable
situación que se está viviendo en Asturias, donde la calidad de la sanidad está
siendo cada vez más cuestionada, tanto por los propios usuarios como por los
profesionales que prestan este servicio, no puede ser extrapolada a todo el
territorio nacional, ya que, debido a las competencias que en esta materia han
sido transferidas por el Gobierno central a las CC AA, se han creado diferentes
modelos de prestación sanitaria, claramente diferenciados entre sí, que
establecen una manifiesta discriminación entre los españoles, una más entre
otras, en función de su lugar de residencia. Un problema derivado de un sistema
político territorial tan injusto como innecesario, que, además de
diferenciarnos en obligaciones y derechos, amén del enorme costo que supone el
mantenimiento de su mastodóntica estructura, puede llevarnos, en casos
extremos, hasta el punto de condicionar nuestro propio estado de salud.
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