La Coordinadora Ecoloxista d'Asturies informó ayer de que ha exigido al
Principado y al Ayuntamiento «con el fin de proteger a sus vecinos, las aguas y
el patrimonio natural del municipio», que no se vuelva a autorizar la
aplicación de herbicidas con glifosato para ningún espacio público.
Asimismo, solicita a la gerencia del HUCA que deje de usar herbicidas como
el glifosato en espacios como y las
dependencias del Hospital Central Universitario de Asturias, y «que sea
sustituido por métodos no contaminantes que no dañen la salud ni al medio
ambiente». La coordinadora basa su requerimiento a Sanidad en estudios
científicos que afirman que el uso de ese producto tiene incidencia en
enfermedades.
«Entre los efectos adversos de este principio activo se han descrito daños
genéticos, trastornos reproductivos, aumento de la frecuencia de anomalías
espermáticas y carcinogénesis», detalla la coordinadora en su comunicado, al
tiempo que recuerda que por muy «barato» y «eficaz» que sea este tipo de
herbicida, a la larga produce «efectos indeseados sobre las personas, la flora,
la fauna, el suelo y las aguas; que se ven expuestos a un riesgo que dada la
toxicidad del producto, pueden tener consecuencias irreversibles».
ALEMANIA quiere acabar con el uso del
glifosato esta legislatura.
Buscan frenar las ordenanzas municipales
por el uso del glifosato
¿Cómo funciona el glifosato?
Las plantas absorben el glifosato a través de sus hojas y
otras partes verdes. De las hojas, el glifosato se desplaza a
los puntos de crecimiento de los brotes y las raíces, donde interfiere con la
producción enzimática de ciertos aminoácidos esenciales para el crecimiento de
la planta.
GLIFOSATO: verdades y mentiras del herbicida más vendido del mundo
El glifosato es el herbicida más usado en el
mundo y también el más polémico. Vinculado durante
muchos años a Monsanto y a los organismos modificados genéticamente, el uso (o
no) del glifosato es una cuestión que va más allá de lo estrictamente
científico y tiene profundas ramificaciones sociales, políticas y económicas.
¿Qué es el
glifosato?
El glifosato es el principio activo de numerosos herbicidas comerciales.
Aunque ahora sabemos que fue sintetizado por primera vez en los años 50, no fue
hasta 1970 cuando John E. Franz, un químico de Monsanto, descubrió sus efectos
herbicidas. Con el nombre de Roundup, empezó a comercializarse en 1974.
No obstante, el éxito de Roundup llegó a partir de 1994-96 cuando la misma
Monsanto empezó a comercializar plantas genéticamente modificadas inmunes al
efecto del glifosato. Esto permitía utilizar intensivamente el herbicida para
eliminar las malas hierbas sin afectar el cultivo principal. Evidentemente,
aunque tardó unos años, el uso del producto despegó de forma brutal. Y por si
fuera poco, la última patente comercial de Monsanto acabó en el año 2000, con
lo que empezaron a aparecer genéricos que hicieron aún más competitivo el uso de
estas sustancias.
Sí, es
probable que el glifosato sea cancerígeno
Sí, es cierto. El glifosato está en la lista de 'probablemente
cancerígenos' de la OMS. Justo al lado de la carne roja o ser
peluquero. Recordemos que la lista del IARC se
elabora según el nivel de evidencia que existe y no sobre los efectos o riesgos
que tienen las sustancias. Es decir, hay suficiente evidencia científica como
para pensar que sea probable que la exposición al glifosato cause cáncer (1994).
¿Cuál sería esa probabilidad? No muy alta, según sabemos hoy en día.
Al menos, no muy alta por contacto indirecto con el producto. En el peor de los
casos, algunos expertos estiman que una
persona debería comer por día alrededor de 16,8 kg de soja durante dos años
para igualar la dosis que se ha planteado como cancerogénica.
Aunque, y esto es importante, los estudios que 'demostraban' esa relación
causal con el cáncer, como en el caso del aspartamo, fueron retirados por tener
serios problemas metodológicos. O sea, por la información de la que disponemos
hasta el momento, la dosis de uso comercial, es muy complicado (por vida media
y por concentración) que tenga algún efecto a largo plazo en las personas.
No obstante, parece razonable que los poderes públicos quieran evitar
riesgos innecesarios a sus ciudadanos. Eso nos lleva a hacernos una pregunta y
una reflexión.
¿Por qué el
glifosato?
A día de hoy, hay herbicidas y pesticidas en uso mucho más tóxicos
que el glifosato. Las atrazinas, por ejemplo, se siguen usando y
son más problemáticas medioambientalmente porque utilizan vías que no son
exclusivas de la plantas (como en el caso del glifosato) y ataca a los anfibios
erosionando el medio en el que se encuentran. Sin irnos muy lejos, tenemos
también el Paraquat, un pesticida de uso relativamente
común que es extremadamente tóxico para el ser humano y
puede producir vómitos, quemaduras o problemas neurológicos serios.
No está claro cuál es el criterio para eliminar unos
productos y no otros más peligrosos. Este es, de hecho, el principal
argumento contra la 'guerra contra el glifosato'. La historia nos muestra cómo,
a veces, se instalan estados de ánimo (o de histeria colectiva) que sin ser
ridículos tienen un impacto muy importante en la vida de las personas.
Legislar
desde estado de ánimo y no desde la evidencia científica
La prudencia en política es, en general, una virtud. Es comprensible que las autoridades quieran proteger a sus ciudadanos de
posibles riesgos para la salud. Pero pasarse de celo también es
problemático. Rebobinemos unos cuantos años en el tiempo.
En 1874, Othmar Zeidler por accidente sintetizó
el diclorodifenil-tricloroetano. Más de medio
siglo después, en el 39, Paul Hermann Müller descubrió su uso como insecticida y,
comercializado por la Geigy bajo el nombre de DDT, fue usado durante la Segunda Guerra
Mundial y los años posteriores para controlar con mucho éxito la malaria y la
fiebre amarilla. Tanto que en 1948 se le concedió el Nobel de Medicina
a Müller.
“Prohibir el DDT en ese momento fue una buena decisión medioambiental pero
una nefasta decisión epidemiológica”
Ese mismo año se comenzó a utilizar en Sri Lanka para tratar de controlar
la epidemia de paludismo que sufría. En 1948 hubo dos millones y medio de casos
de malaria, en 1962 hubo treinta y uno y en 1963 sólo diecisiete.
En 1962, la bióloga marina y activista Rachel Carson alarmada por el impacto
que el DDT tenía publicó la 'Primavera Silenciosa', un libro que inició
una campaña mundial contra el DDT. Su impacto fue impresionante dando
un espaldarazo a la conciencia del medio ambiente y motivando, en
último término, la creación de la EPA (la Agencia de
Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos) en 1970. Hay quien dice que “dicho de otro modo
y telegráficamente: sin el libro de Rachel Carson, hoy seguramente no existiría
Greenpeace” En el 72, la EPA prohibió casi todos los usos del DDT. Sri Lanka lo había prohibido en 1964,
para el 70 ya se habían alcanzado las cifras de malaria de los años cuarenta.
Prohibir el DDT en Sri Lanka, la India o Bangladesh no fue una mala
decisión ecológica o medioambiental, pero fue una nefasta decisión sanitaria y
humana. Sin suficiente evidencia científica, el celo desmedido que creó la
alarma mundial contra el DDT dejó a muchos países sin su mejor arma contra
enfermedades como el paludismo y la fiebre amarilla.
Políticas basadas en la evidencia
El DDT sigue prohibido para la mayoría de usos y, bajo mi
criterio, debe de
seguir estándolo. De hecho, ya existen unas 500 variedades de
artrópodos resistentes al insecticida. Lo que deja patente la historia del DDT
es que las decisiones políticas tienen consecuencias.
Hoy por hoy, la
prohibición del glifosato tendría como consecuencia directa el encarecimiento
de la comida y, aunque ese sobrecosto puede ser asumido sin problemas por el
Ayuntamiento de Madrid (o por cualquier institución europea al uso), contribuir a un estado generalizado de
alarma sin evidencia científica puede ser muy peligroso. No nos
arrepintamos por tomar decisiones apresuradas.
Fuente
documental:
https://www.xataka.com/ecologia-y-naturaleza/glifosato-verdades-y-mentiras-del-herbicida-mas-vendido-del-mundo
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