¿Faltan médicos? La cuestión es esa. Como si no
hubiera otra, últimamente.
Dice
la señora ministra que sí, y propone una batería de medidas. Hace unos días,
los altos responsables de la Junta de Andalucía estaban de acuerdo con ello, y
se estrujaban la cabeza al respecto.
Pero Juan Simó, con datos, nos ha
recordado que es una burda manipulación, que persigue otros fines.Y llega uno a la
conclusión de que sí, que faltan. O sí que les faltan. Que al poder les faltan médicos.
A los 17 poderes autonómicos que configuran eso que se llamó el Sistema
Nacional de Salud de España y que ahora es… eso. Bueno, como ustedes quieran
llamarlo. Les
faltan sus
médicos. El profesional que el Sistema
quiere. Y me explico.
Les faltan médicos del “sí,
bwana”. Les
faltan médicos desesperados. Médicos faltitos de autoestima, deambulando sin
esperanza por las bolsas de trabajo de los respectivos Servicios de Salud autonómicos
esperando unas migajillas de esto o de aquello. De eso, les va faltando, la
verdad. Les falta el maná de los ochenta: gente sin especialidad, sin M.I.R. ni
expectativas, dispuestos a salir pegándose patadas en el culo, a cubrir una
baja de última hora a 320 kilómetros de su casa, bajo la amenaza del “no te
llamo más”, si no acudes como un perrito a la voz de su amo. Les falta gente
atemorizada, con niños y con hipoteca, besando la mano de los jefazos por
blindarlos de alguna manera cuando salía una oferta pública de empleo. Pero
también les viene faltando gente apegaíta a su mamá y a sus amigotas de toda la
vida, dispuestas a aguantar literalmente lo que sea, con tal de que no la
arranquen de la tierra. A
los poderes les falta lo de siempre, vaya: la espina dorsal del Sistema
Nacional de Salud. Aquello sin lo que ahora no sería pagable: gente dócil y
mandable. “Los Santos Inocentes”, del Cortijo Sanitario
Español, aunque el cortijo esté en Madrid Capital. Y más aún, en estas
provincias del Sur profundo, más cortijeras que en tiempos pasados. Todo esto
les viene faltando, y no se hallan, estos gerifaltes. De ahí, titulares y
batería de medidas.
Porque esculquen en
las medidas, y lo verán con claridad: un intento de volver a los tiempos
felices. De homologar
títulos “como sea”, y traerse a un señor o señora muy
respetable, cuyas competencias no han sido contrastadas debidamente. Un señor o
señora que probablemente no les operará a ellos o sus familiares, dicho sea de paso, que
disponen de los números de los móviles del privilegio. Y ahí, no les van a
faltar nunca los médicos adecuados: los del “lo que sea” y “lo que usted diga”,
con tal de conseguir una sonrisa del poderoso – que nunca les sonreirá, llegado
el momento de la necesidad -. Gentes de toda la solvencia profesional, que son
capaces de ponerle la alfombra roja por la puerta de atrás al preboste,
mientras los comunes desesperan, y a veces mueren, en la vía oficial.
Al poder les vienen
faltando desesperadamente médicos de los primeros, y los tipos que usted va a poner
en el Parlamento se disponen a flexibilizar normas y retirar obstáculos para
que todo sea como era, felizmente. Para que timos como la
subasta andaluza de medicamentos pueda ejecutarse a través de galenos
amedrentados, su curro pendiente de un hilo. Porque, desde hace años, veo de
primera mano lo que está saliendo, hornada tras hornada, y tiene toda la solera
del mundo. Gente altiva, con criterio, y plena consciencia de lo que son, del
esfuerzo que hacen e hicieron, de lo que aportan en Salud y Vida a la
población, y de lo que se merecen, en Justicia. Médicos jóvenes, que no faltan
– no se inventen historias -, que están ahí, en cualquier lado, o que huyeron
al extranjero, pero que no soportarán la consigna, el trabajo basura, el
medio-sueldo, el grito, la amenaza velada o el trato displicente.
“A casa, por vacaciones”, dicen a menudo a su mamaíta llorosa, en el
aeropuerto. Médicos hay, pero habrá que pagarlos en lo que valen. Gentes
dispuestas a rebelarse contra actos médicos de cuatro minutos – ¡ya era hora! –
o contra gentuza que no sabe de ver enfermos, pero que pretende pontificarles
acerca de lo que tienen que prescribir o de cuándo tienen que mandar enfermos
al especialista.
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