Poco más se puede añadir a la siguiente carta
publicada en LNE. Salvo que como se pone lamentablemente de manifiesto en la
misma, para algunos, los ciudadanos de a pie, no dejamos de ser más que un
número en un historia clínica, y eso no podemos, ni debemos de consentirlo.
Pues cuando la enfermedad y el infortunio llama a
nuestra puerta, tenemos los mismos derechos que el mismísimo Presidente del
Principado. Debemos de exigir, no ya que nos acompañe a urgencias el consejero
del ramo como fue su caso, pero si, la misma prontitud en la atención, y que el
diagnostico se haga lo antes posible como en su día ocurrió con él.
De otro lado están los profesionales que lo atendieron
a él, que son los mismos que nos atenderán a nosotros. Es más, estoy completamente
seguro, que si les dejan trabajar, van ejecutar su trabajo con la misma pericia
con la que trataron al señor Fernández, aquel fatídico día del mes de marzo de
2014.
Por eso que el problema de nuestra sanidad radica en la
gestión, lo estamos viendo a cada momento, no hace falta más que mirar el baile
de los altos cargos, son siempre los mismos, pero ocupando despachos
diferentes.
La incompetencia, la falta de criterios, junto a la
incapacidad manifiesta de la mayoría de ellos, impide en muchos casos, que a
las manos de los profesionales lleguen
los recursos que estos tanto demandan. Con ello se está sembrando el desánimo,
la frustración y el desaliento, por parte de aquellos que dicen gestionar, pero
es que además ellos lo saben.
La sanidad en Asturias funciona, pero funcionaría mucho
mejor, si se les dejara trabajar a los profesionales, pero algunos, se empeñan
en poner palos en las ruedas del sistema, y al final pasa lo que pasa.
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La Nueva España.-30 de noviembre de 2015
Calvario de mi hijo en el HUCA
Aurora Sobero Villar (Poncebos (Cabrales))
Yo, Aurora Sobero Villar, quiero relatar la experiencia que con mi hijo de
25 años, Gonzalo García Sobero, he padecido en el Hospital Universitario
Central de Asturias (HUCA).
El día 3 de agosto te fuiste con apenas 25 años, en lo mejor de la vida,
cuando debías formar tu familia, empezar tus sueños con la mujer que tú
elegiste y sobre todo vivir. Pero esta maldita enfermedad que no respeta edad
te llevó. Yo, como tu madre que soy, no me resigno a ver cómo tu peregrinar por
el HUCA deje indiferente a todos los que han tratado tu enfermedad. Quiero
lanzar una reflexión, no somos todopoderosos y no podemos creernos que lo
somos, porque ante todo somos humanos y tendríamos que ser capaces de dudar de
lo que hacemos y decimos cuando de la vida de un joven de 25 años estamos
hablando.
Todo empezó en el verano de 2014 cuando mi hijo, aquejado de un fuerte
dolor en la pierna y espalda, acudió al Hospital de Arriondas. Le diagnostican
una lumbociática aguda. En octubre vuelve con los mismos problemas en la pierna
izquierda, le hacen unas pruebas y le encuentran unos ganglios en el abdomen.
El 7 de noviembre lo operan para extraer y analizar los ganglios. Después de un
mes de espera nos dicen que tiene un linfoma de Hodgkin. Del Hospital de
Arriondas nos remiten al HUCA, para realizarle un pet-tac con contraste y
seguir allí el tratamiento.
El día 22 de diciembre tenemos cita para el pet. Cuando está con el
contraste y después de casi 2 horas nos dicen que se averió la máquina y que
nos llamarían para hacer la prueba en el Centro Médico. Pedimos si se podría
realizar dicha prueba lo antes posible y el personal del Sespa argumentó que
disponía de hasta 5 días para remitir los informes, nos toca pasar Navidades y
Año Nuevo pensando en la dichosa prueba.
Al final se lo hacen el día 2 de enero en el Centro Médico. Empezamos el
día 8 las sesiones de quimioterapia para tratar el linfoma de Hodgkin. La
hematóloga que lo trata descubre en el pet realizado en el Centro Médico que al
final del cuello se ve una mancha, por lo que pide una resonancia para
descartar alguna posible ramificación del linfoma. Los demás especialistas no
deben de pensar lo mismo porque tardaron más de un mes en hacer la prueba que
tenía consideración de urgente. Al final se descubre que es un tumor en el
bulbo raquídeo. Es operado primero a finales de febrero y en la primera
operación la extración de materia no fue suficiente para valorar con exactitud
el tipo de tumor, por lo que se tiene que volver a operar el 11 de marzo y tras
una larga operación en la que teníamos depositada toda nuestra esperanza y que
por unos meses creímos que estábamos por el buen camino se le extirpó casi todo
el tumor quedando una inmovilidad casi completa en el lado derecho, que iría
recuperando lentamente.
Nos dan el resultado definitivo y todos contentos, ya que no recibiría
tratamiento de radiología. Todo sobre ruedas.
Termina la quimio que por todos esos motivos tuvo que suspender.
Se suponía que a finales de abril se volvería a hacer una resonancia para
verificar que todo estaba bien. Empezamos con rehabilitación, pero a principios
de mayo los dolores eran tremendos. También comenzó a tener problemas para
tragar la comida. El día 14 de mayo, después de unos días en los cuales
empeoraba progresivamente, no nos ha quedado otro remedio que ingresar por
urgencias. Le diagnostican neumonía. Es ingresado en la uci 6 del HUCA. Le
subieron para planta, pero a los dos días tuvo que volver para la uci. Le
preguntamos a la neurocirujana que si podría ser que el tumor hubiera crecido,
y nos contestó que si tragaba líquidos que no era problema del tumor, que era
por la neumonía por lo que no tragaba bien. Según los resultados de la anatomía
patológica, era un tumor “bueno”, que no había motivos para pensar lo
contrario, según la opinión de la neurocirujana. Cuál sería nuestra sorpresa
cuando al día siguiente le hacen la resonancia y no sólo el tumor creció sino que
aumentó su tamaño más del doble y después resultó ser un tumor maligno de
máxima agresividad en estadio muy avanzado.
Y ahora es cuando me pregunto yo. Se analizó lo que se sacó pero..., ¿y lo
que quedó dentro? ¿Cómo puede estar esta persona tan segura? ¿No le pareció
raro que tuviera esos problemas? Después de todo el historial médico que tuvo
mi hijo, ¿cómo no se hace un seguimiento? Cuando me llamaba y me decía
"mamá no puedo hacer la rehabilitación, tengo unos dolores
terribles", yo le insistía para que no lo dejara, pensando que lo hacía
bien y lo único que resultó fue un gran sufrimiento innecesario para mi hijo.
Esta carta ya la he escrito innumerables veces; la leo, la retoco pero
siempre llego a la misma conclusión. Por mucho que me pregunto ¿se hizo todo lo
que se pudo?, ellos te dicen lo que quieres oír. Pero yo no estoy conforme y
les diré por qué. En primer lugar según el informe médico (y muchos lo leyeron)
los síntomas de mi hijo cuando acudió a Arriondas no tenían nada que ver con el
linfoma. Sin embargo se centraron en él y se olvidaron de lo demás. Cuando la
hematóloga pidió la resonancia, ¿cómo se tarda un mes en hacerla? Lo único que
sé es que yo he perdido a mi hijo y eso es irreemplazable y lo que pretendo con
esta carta es que en una enfermedad de este tipo se empleen todos los medios a
nuestro alcance con prioridad tanto en diagnosis como en tratamiento y
seguimiento para poder mitigar el grandísimo sufrimiento que acarrea al enfermo
y a su familia.
Para que conste y sea de público conocimiento mi experiencia y todo aquel
que se encuentre en un caso similar pueda actuar de la forma más adecuada y así
mitigar el sufrimiento en la mayor medida posible.
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