Cada día que pasa estoy más plenamente convencido, que todos y cada uno de nosotros, tenemos un destino marcado, una fecha predeterminada de caducidad, que alguien nos pone en un supuesto calendario, el cual desconocemos, pero donde todos tenemos reservado nuestro día de gloria.
Hoy me encuentro en el diario La Nueva España –edición del occidente-, con la carta que adjunto a continuación. Para cualquier mortal, seguramente que es difícil afrontar el contenido de la misma, si antes no tuvo la desgracia de vivir esa situación. Más que nada, porque para los profanos en la materia, llegado el momento, no es fácil de asimilar lo que está ocurriendo, más si cabe, cuando te toca de lleno.
No obstante, a mi modo de ver, debemos de tomar como punto de referencia dos conceptos difíciles de cuantificar, la calidad de vida y el dolor, o viceversa.
Encontrar el punto equidistante entre los dos, es lo que va permitir al paciente, y a sus allegados, sobrellevar de la mejor de las maneras la recta final de su enfermedad, es entonces cuando aparecen en nuestras vidas los responsables de cuidados paliativos.
Su labor no debería de llevarnos a un equívoco, ya que sus miembros están formadas para cuidar tanto al enfermo, como a las personas del entorno familiar que los atienden.
A Dios gracias en el occidente, y adscritos al Hospital Comarcal de Jarrio, tenemos la enorme suerte de contar con dos grandes profesionales, al tiempo que excepcionales personas. Cuando la necesidad nos hace llamar a su puerta, que nadie ponga en duda, que en ellos vamos a topar junto a su profesionalidad, la comprensión y el respeto que la ocasión requiere. En algunos casos, terminaran por formar parte de nuestras familias, pues su labor es impagable.
Por eso que hoy al encontrarme con su carta, no es tanto mi afán de difundirla, como la demostrarles mi afecto y respeto, el cual se ganaron a pulso con su buen hacer y profesionalidad.
Desde aquí una vez más, mi reconocimiento y gratitud a Montse Nespral y a Juan Antonio Salcedo, a los cuales el destino parece quiere cruzar de nuevo en nuestro camino, si así fuera, la tranquilidad es total, pues me consta que estamos en buenas manos, yo diría que en la mejores.
---------------------------------------La Nueva España.-17/11/2015
Morir con dignidad
La necesidad de conocer el significado de la muerte digna y sus interpretaciones erróneas
Juan Antonio Salcedo Mata y Montserrat Nespral Gaztelumendi
Hemos leído el comentario sobre "La muerte digna", de don Ignacio Gracia, publicado en LA NUEVA ESPAÑA del Occidente el 29 de octubre de 2015, y quisiéramos hacer algunos comentarios al respecto.
Podemos estar de acuerdo en que la sociedad actual es hedonista; su objetivo es el placer, no el sufrimiento, y no es extraño que no acepte el envejecimiento ni la muerte como algo natural que va a ocurrir tarde o temprano. Ciertos intereses y la publicidad han fomentado este hecho, han creado la idea errónea de que tenemos solución para todos los males que aquejan al ser humano. Pero no podemos estar de acuerdo en que el hecho de calificar a la muerte de digna sea un "eufemismo terrorífico" y, además, hipócrita.
¿Qué entendemos por muerte digna o morir con dignidad? La Organización Médica Colegial y la Sociedad Española de Cuidados Paliativos asumen que este concepto puede tener significados diversos y a veces contrapuestos, motivo por el cual otros prefieren hablar del derecho que nos asiste a la dignidad en el proceso de morir. El problema radica en saber a qué nos estamos refiriendo para evitar interpretaciones erróneas que, en ocasiones, se utilizan de forma torticera según credos e ideologías. Se muere con dignidad cuando se preserva el derecho a la confidencialidad, se respeta la autonomía del paciente en el proceso de toma de decisiones, se respeta el derecho a recibir cuidados paliativos y se evita el encarnizamiento terapéutico (no es admisible recibir todo tipo de atención y asistencia tecnológica para mantener la vida biológica de manera ilimitada cuando el conocimiento científico y la experiencia profesional indican que dichos tratamientos no evitarán la muerte final o lo harán con unas condiciones ínfimas de calidad de vida personal, siempre a juicio del paciente). Existe acuerdo sustantivo, en el plano jurídico y ético, de que morir dignamente debe cumplir estos requisitos.
Según lo expuesto, la decisión adoptada por los padres de la niña a la que se refiere el señor Gracia, y de todos conocida, estuvo acertada. Lo contrario hubiera supuesto encarnizamiento terapéutico.
El lenguaje debe ser clarificador y para ello debemos utilizar las palabras adecuadas para expresar sin equívocos lo que queremos decir. Ejemplo claro es la eutanasia (del griego "euthanasia"), que significa "buena muerte" y se utiliza para referirse al hecho de ayudar a morir a una persona si ésta lo solicita. Si eufemismo, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, significa "manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante", y por digna entiende en su primera acepción "merecedor de algo", ¿es lógico aplicarlas al proceso de morir con dignidad?, ¿es pura hipocresía hedonista? Efectivamente, la muerte es sagrada y su abordaje no permite frivolidades.
Podemos estar de acuerdo en que la sociedad actual es hedonista; su objetivo es el placer, no el sufrimiento, y no es extraño que no acepte el envejecimiento ni la muerte como algo natural que va a ocurrir tarde o temprano. Ciertos intereses y la publicidad han fomentado este hecho, han creado la idea errónea de que tenemos solución para todos los males que aquejan al ser humano. Pero no podemos estar de acuerdo en que el hecho de calificar a la muerte de digna sea un "eufemismo terrorífico" y, además, hipócrita.
¿Qué entendemos por muerte digna o morir con dignidad? La Organización Médica Colegial y la Sociedad Española de Cuidados Paliativos asumen que este concepto puede tener significados diversos y a veces contrapuestos, motivo por el cual otros prefieren hablar del derecho que nos asiste a la dignidad en el proceso de morir. El problema radica en saber a qué nos estamos refiriendo para evitar interpretaciones erróneas que, en ocasiones, se utilizan de forma torticera según credos e ideologías. Se muere con dignidad cuando se preserva el derecho a la confidencialidad, se respeta la autonomía del paciente en el proceso de toma de decisiones, se respeta el derecho a recibir cuidados paliativos y se evita el encarnizamiento terapéutico (no es admisible recibir todo tipo de atención y asistencia tecnológica para mantener la vida biológica de manera ilimitada cuando el conocimiento científico y la experiencia profesional indican que dichos tratamientos no evitarán la muerte final o lo harán con unas condiciones ínfimas de calidad de vida personal, siempre a juicio del paciente). Existe acuerdo sustantivo, en el plano jurídico y ético, de que morir dignamente debe cumplir estos requisitos.
Según lo expuesto, la decisión adoptada por los padres de la niña a la que se refiere el señor Gracia, y de todos conocida, estuvo acertada. Lo contrario hubiera supuesto encarnizamiento terapéutico.
El lenguaje debe ser clarificador y para ello debemos utilizar las palabras adecuadas para expresar sin equívocos lo que queremos decir. Ejemplo claro es la eutanasia (del griego "euthanasia"), que significa "buena muerte" y se utiliza para referirse al hecho de ayudar a morir a una persona si ésta lo solicita. Si eufemismo, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, significa "manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante", y por digna entiende en su primera acepción "merecedor de algo", ¿es lógico aplicarlas al proceso de morir con dignidad?, ¿es pura hipocresía hedonista? Efectivamente, la muerte es sagrada y su abordaje no permite frivolidades.
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