Más derroche no es más salud
Derrochamos en nuestra
sanidad pública y, cada vez más, en la privada sin que ese derroche mejore
nuestra salud. Hemos diseñado un sistema con incentivos perversos en dinero y
votos para que nos operen, receten y medicalicen más de lo necesario. Y se ampara
en nuestra adoración acrítica de la tecnología y la innovación, aunque a veces
no signifiquen progreso. El doctor Sitges-Serra denuncia esas prácticas que
disparan la factura sanitaria sin mejorar la salud pública: sólo algunas
cuentas de resultados y de escaños. Y pide un debate sobre los límites de la
hipermedicalización , porque no deben ir más allá de los nuestros como humanos.
Si no reflexionamos sobre ellos, podrán empujarnos a ese extremo indeseable en
que sobrevivir sólo significa sufrir.
El gasto público
en sanidad se recortó un 20% en la recesión sin que haya crecido la mortalidad.
Y eso demuestra que nos queda mucho margen de
mejora en la eficiencia y recorte el gasto sanitario para dedicarlo a otras
áreas donde nos haría vivir mejor.
¿Dónde despilfarramos en la sanidad?
Para empezar, en Catalunya tenemos 70
hospitales, pero muchos infraequipados e infrautilizados. No necesitamos
tantos.
¿Por qué los mantenemos entonces?
Por votos: hemos politizado la planificación
sanitaria de forma clientelar y partidista.
¿Todo pueblecito quiere su hospitalito?
Y vota para lograrlo, pero deberíamos haber sido
menos clientelistas en la planificación sanitaria. Y me temo que las dinámicas
del procés independentista han acentuado ese defecto.
¿Por qué?
Una gestión sanitaria federalista hubiera sido
más cooperativa y eficiente.
No se muerde usted la lengua, doctor.
Y por ello fui reprendido por el Col·legi de
Metges de Barcelona, convertido en un instrumento más del independentismo. Por
cierto, sin consultarnos antes a los colegiados.
¿Por qué hay en los pasillos de hospital vendedores de las
grandes farmacéuticas?
¡Los he sacado hasta del quirófano! Hay
evidencia empírica de que el contacto de médicos y representantes, entre
invitaciones y obsequios, aumenta la prescripción y el gasto farmacéutico. Y
las direcciones de hospital lo permiten.
¿Nuestra sanidad receta, opera, gasta y nos medicaliza más
de lo necesario?
Sin duda, y eso no nos hace más sanos. Los casos
ejemplares abundan. Recuerdo a una señora de 72 años con calidad de vida hasta
que se queja de ligeras molestias y va al dispensario. Le piden un TAC. Y
encuentran una lesión de 15 mm, un pequeño tumor benigno de páncreas...
¿Hay que operar enseguida?
...La derivan al especialista, le hacen
endoscopia con biopsia y se lo quitan. Acaba con una lesión del conducto
pancreático, absceso intraabdominal e infección; y muere a los dos meses. Un
buen médico no hubiera operado y hubiera esperado a ir viendo su evolución el
año siguiente.
¿Demasiados incentivos para operar?
Nos falta a todos gran angular: una visión
integral y holística de la medicina y del enfermo. Pero me temo que a menudo si
eres un superespecialista y te gusta operar, pues operas.
¿El test de cáncer de colon, hoy prescrito para todos los
mayores de 50, salva vidas?
Si el objetivo de esos test masivos de cribado
es reducir la mortalidad, al final, la estadística demuestra que no compensa el
daño causado por la cascada de pruebas invasivas que generan y que no siempre
son necesarias.
¿Por qué nos van a perjudicar?
De una a tres de cada mil colonoscopias perfora
el colon; también las mamografías masivas colapsan los hospitales sin
necesidad. Igual que la multiplicación de las biopsias de próstata superfluas,
por el abuso de indicadores como el PSA, pese a su alto riesgo de infección.
Cada vez los especialistas nos bajan más el nivel de
colesterol que consideran dañino.
Y los de tensión arterial, diabetes, colesterol
y osteoporosis. Van rebajando en los análisis los niveles que consideran de
enfermo y aumentan así el gasto en fármacos y consultas.
Y si no los necesitabas, ya los necesitas.
Ese nivel en el colesterol pasó de 240 a 220 y
ahora a 200. Y si le recetan estatinas para el colesterol, piense que, además
de caras, tienen efectos indeseables sobre otros órganos. El nivel preocupante
de la glucosa ya pasó de 120 a 110 y ahora a 100. Bajarlos es un gran negocio.
¿Por qué nos hacen tantas pruebas y nos recetan tantas de
esas medicinas?
Hay quien ha invertido millones en máquinas y no
le salen los números y esas pruebas dan trabajo a muchos; y a otros, votos. La
industria farmacéutica aumenta su facturación entre un 6 y un 8% cada año.
No sé nosotros, pero el gasto sanitario público y privado
cada vez está más sano.
Y el gran capital se aprovecha: fíjese en el
grupo Quirón, por ejemplo, ahora en manos de un fondo alemán sin más tradición
asistencial que la preocupación por la salud de sus beneficios.
¿Creemos que gastar más en salud significa mejorarla?
Y no es así. La medicina privada crece por
nuestra desconfianza de la pública y la creencia de que en el sector privado
estaremos mejor tratados. Pero es un negocio en el que los incentivos para
sobreindicar son altos.
¿Cómo eliminar incentivos perversos para sobreoperar y
sobrerrecetar?
Crecen, porque están amparados por dos mantras:
innovación y tecnología. Son las diosas de nuestra época, pero en medicina es
peligroso innovar: hay que seguir curvas de aprendizaje. Ojo con sofisticar por
cobrar más lo que ya funciona y violar así el principio de precaución.
Y la salud es un motor de la publicidad.
Por eso, las grandes multinacionales
alimentarias compran el aval de fundaciones médicas.
Mientras no nos perjudiquen...
Y, en general, se invierte más en investigación
básica, porque genera titulares de prensa, que en la clínica, que es la que
redunda de inmediato en beneficio del paciente.
Fuente documental:
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