Hoy
quiero pedirles a todos ustedes que lean el siguiente artículo de opinión, el
cual me tome la libertad de transcribir. Fue publicado en el diario La Nueva
España el miércoles 31 de agosto de 2016.
Para
todos aquellos que conocen la catadura moral del personaje, estarán conmigo,
que si a la miseria humana nos viéramos en la necesidad de ponerle rosto, el susodicho
seria el mejor de los ejemplos.
Quien
enfrento a los profesionales, a los sindicatos y desatendió a los pacientes,
ahora se permite dar lecciones de cómo gestionar la sanidad pública, pues dice
conocer como nadie sus entresijos.
Quien
causo el mayor estropicio jamás conocido en el sistema público de salud de
nuestra CCAA, ahora quiere dar lecciones de moralidad.
Quien
dio órdenes de abandonar a pacientes a su suerte, negándoles incluso en algunos
casos los recursos que el Sistema Público de Salud Nacional había aprobado y puesto
a su disposición, ahora nos habla valores como “la honradez”.
Aquel
que se rio de las familias de los pacientes que solicitaban amparo al Parlamento
Asturiano, ahora nos habla de “responsabilidad con el paciente y con el
conjunto de la sociedad”.
Aquel
que demostró en sede parlamentaria un total desprecio hacia los pacientes
enfermos de cáncer, ahora nos habla del “respeto a las personas”.
Aquel
que jamás de los jamases debía haber ocupado un cargo de tan alta responsabilidad,
pues demostró ser un prepotente, un déspota, un ser vil y miserable en sus
comportamientos, ahora nos habla de “equidad
y justicia”.
No
sé si se puede ser más canalla, pero si eso fuera posible, quien firma el
siguiente artículo, tiene para mi reservado el puesto más alto del pódium del
desprecio, no solo como gestor de lo público, sino también como persona.
Si
leen este articulo, háganlo con el estomago vació, quienes conocen al personaje,
saben que las siguientes reflexiones son vomitivas, por venir de quien vienen.
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Una profesión para nuevos desafíos
Ideas
para que la sanidad asturiana vuelva a la vanguardia de la excelencia clínica y
profesional
Ante
el relativamente reciente inicio de la actividad del Hospital Universitario
Central de Asturias (HUCA) en sus nuevas instalaciones de La Cadellada, como
profesional de la salud conocedor del sistema sanitario asturiano, y consciente
de la magnitud de acontecimientos que deberían producirse en el futuro, creo,
desde mi posición, que es momento para que una serie de ponderadas reflexiones
sobre la oportunidad de desarrollar un ejercicio de la medicina de más calidad,
si fuera posible y, sobre todo, más pensado para responder a las necesidades de
salud de la sociedad que la financia.
Es
evidente que estamos asistiendo a un periodo de profundos cambios en la
sociedad debido en parte a las
restricciones presupuestarias que indudablemente están teniendo y tendrán repercusiones directas e importantes en
las profesiones sanitarias.
Cada
día se atiende a un mayor número de pacientes crónicos y pluripatológicos que
se corresponden con la sociedad envejecida en la que vivimos, pero también cada
vez a un mayor número de pacientes con necesidades de cuidados más críticos o
complejos, que conocen bien sus procesos
de enfermedad y que reclaman un papel más activo en la toma de decisiones.
Trabajamos
para una sociedad que cada vez demanda más tecnología sanitaria, per a la que
le cuesta modificar los hábitos de vida para tratar de mantenerse sana, aspecto
fundamental en todo el proceso de la salud-enfermedad.
Disponemos
del mayor arsenal terapéutico y tecnológico
que hayamos imaginado nunca, pero a la vez tendremos que ser muy cuidadosos al seleccionar, entre esta tecnología,
la que realmente aporta valor para procurar contribuir a una política de
eficiencia que habrá que mantener para hacer sostenible el sistema.
Ejercemos
nuestra profesión en un sistema de salud público y hasta ahora universal, que
nos ofrece loas mejores garantías de desarrollo profesional, pero que cada día
se ensombrece con nuevas amenazas en forma de cambios de modelo, recorte de prestaciones, copagos, pérdida de derechos, privatizaciones…. Que
someten a incertidumbres diversas, también profesionales, hasta ahora
desconocidas. Y todo ello en el contexto de una crisis que parece estar siendo devastadora para muchas familias, pero
que también está teniendo efectos sobre el desarrollo del conocimiento, pues el
desempleo de nuestra profesión se aventura en un marco laboral que puede ser
una amenaza al ser más exigente.
En
este escenario, la reivindicación del profesionalismo, del compromiso, será un
elemento fundamental para responder a las nuevas necesidades de la sociedad. El
cumplimiento del deber con rigor y
responsabilidad conlleva el mantenimiento de las competencias profesionales,
el uso responsable de nuestra capacidad de autorregulación, la transparencia en la toma de decisiones,
el compromiso claro para definir los estándares de rendimiento y de calidad que queremos para nuestros
pacientes, por disponer de recursos limitados, y el principio de observar
una práctica de la medicina basada en la evidencia, pero también en los valores.
Nuestro
compromiso con los pacientes debe considerar, además del imprescindible
conocimiento científico, valores como la
honradez en la toma de decisiones, la
responsabilidad con el paciente y con el conjunto de la sociedad, la
confianza que debemos transmitir, el
respeto a las personas, la veracidad, la calidez en el trato, la equidad y la justicia.
“HAY
QUE OFRECER A LOS PROFESIONALES CAPACIDAD DE AUTOGESTION Y POSIBILIDADES REALES
DE EJERCER SU LIDERAZGO”
A
cambio, la organización sanitaria deberá profundizar en las reformas necesarias
para reconocer y optimizar el trabajo de los profesionales, partiendo de la
premisa de que somos un activo
fundamental de conocimiento, y para favorecer una cultura de organización donde
esté presente la responsabilidad compartida, que permita el entendimiento y sea ajena a conflictos de interés.
También
se debe de valorar la capacidad y compromiso
del buen profesional, ofreciéndole esa cierta capacidad de autogestión y
posibilidades reales de ejercer su liderazgo, asumido en un marco de empresa
pública. Y, sin duda, hemos de promover entre todos el que se introduzcan
incentivos más allá de los meramente económicos. En este sentido, pienso que la
gestión clínica es un modelo que parece resultar útil para seguir progresando
en una medicina de calidad al servicio
de los pacientes, una herramienta eficaz para conseguir que la gente se recupere con las mejores garantías de su
enfermedad.
También
entra en nuestro campo de competencias el instar a superar el igualitarismo del
sistema estatutario, reformándolo para tratar
a todos por igual, con transparencia,
pero de manera que se reconozca a los mejores (atender a perfiles y atraer
talento), garantizando que se ofrece
siempre la atención más segura y de más calidad en las mejores condiciones
posibles, y promoviendo en la profesión la actualización del conocimiento.
Entiendo
que el nuevo HUCA debe ser un excelente motor de ese cambio que necesitamos
para conseguir que la sanidad asturiana vuelva a estar a la vanguardia de la
excelencia clínica y profesional de la misma manera.
Si
perdemos esta oportunidad, puede ser la última. Las condiciones de partida
parecen estar puestas, tenemos un excepcional HUCA, pero queda un enorme
recorrido del conjunto de la organización, en su sentido más amplio, donde
hemos de sentirnos por derecho incluidos, generando
confianza y alianzas diversas en ese nuevo reto por Asturias.
Faustino
Blanco González
Médico
y exconsejero de Sanidad del Principado
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