Al encontrarme hoy en La Nueva España con la carta que aquí adjunto. Por medio de la cual se quiere agradecer públicamente la buena labor desempeñada en el ambulatorio de la calle La
Lila de Oviedo, por parte de la doctora Belén Quesada Martín. Me hizo recordar,
que aunque no tengo el gusto de conocerla, ya en su momento pude
comprobar su profesionalidad, pero sobre todo, su honestidad y humanidad en el
trato con los pacientes, cuando critico sin tapujos el funcionamiento impuesto
por la gerencia del centro ambulatorio, en una carta remitida a este mismo
periódico, en el mes de agosto de 2014 (26/8/2014), bajo el titular “respeto para mis pacientes”.
La doctora Belén Quesada no solo ponía los puntos sobre las íes, sino que
además hacía responsable de lo que ocurría al gerente. Para que no quedara
lugar a dudas, advertía que era un “economista de profesión, no un médico”. Lo que
deja entrever, que el perfil que se debe de exigir para el puesto de gerente en el mundo de la sanidad, es difícil
de encontrar.
A pesar de ello, el SESPA cuenta siempre con un amplio banquillo, en el que
sienta a un puñado de elegidos, los cuales están dispuestos a saltar al terreno
de juego cuando sea menester, pero no solo eso, es que además son tan sumamente atrevidos, que en algunos casos se ofrecen para jugar en cualquier puesto.
En su momento la doctora Quesada centraba sus críticas en el trato que la
gerencia daba a los pacientes. A los cuales se les cambiaba de médico ante la
ausencia del titular, asignándoles en cada ocasión uno distinto. Pero su indignación
subía de tono, cuando estos cambios se les hacían a los pacientes ya de una
cierta edad. Pues en estos casos, son muchos los pacientes que no tan solo busca
curar la dolencia del cuerpo, en muchos casos acuden al médico, porque además es su
amigo y confidente.
Los pacientes como decía la doctora Quesada, necesitan en algunas ocasiones ser
escuchados, pues amén de que se les recete para su dolencia corporal, necesitan esa otra receta en forma de palmadita en el hombro,
que les permite volver a casa con menos preocupaciones.
Son muchos los profesionales de la sanidad que reconocen abiertamente, que
en la mayoría de los casos, se vuelve tan importante de cara a conseguir la recuperación
y el bienestar del paciente, el saber escucharlos durante unos minutos, como
acertar con dosis de la medicación que precisa para aliviar su dolencia.
El contenido de la siguiente carta, no biene más que a poner de manifiesto,
lo que a buen seguro ya nos ocurrió a muchos de nosotros en algún momento de nuestras vidas,
cuando nos vimos en la necesidad de acudir a una consulta. Es entonces cuando deseamos encontrarnos de entrada con esa
sonrisa que lo relaja todo. Con esa predisposición de nuestro
médico para escucharnos, y a continuación ofrecernos ese trato cariñoso y afable,
el cual nos libera de la presión, y nos proporciona la tranquilidad que buscábamos.
Y es que el saber escuchar al paciente, y poder transmitirle esa tranquilidad que
busca, no deja de significar en la inmensa mayoría de los casos, un porcentaje muy elevado de su tratamiento.
Por eso que las palabras de agradecimiento que contiene el siguiente texto,
hablan no solo de una buena profesional como la doctora Belén Quesada. Nos dicen
además, que la sanidad pública pierde una persona sensible y capaz de
transmitir la tranquilidad que en ella buscaban los pacientes, que no dejaban, ni dejan de verla, como su amiga. Una persona que rezuma esa humanidad difícil de encontrar hoy día, pues por desgracia es algo que se fue perdiendo, en
base a ese materialismo que lo absorbe todo.
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La Nueva España.- 6 de abril
de 2016
Gracias, Belén
José Luis Galán González (Oviedo)
Estos días deja su trabajo en el ambulatorio de la Seguridad Social de la
calle de la Lila una profesional a la que por sus atenciones, que, desde luego,
superan con mucho las que su cargo exigirían, no queremos dejar de agradecer
públicamente de una forma muy especial.
Se trata de la doctora Belén Quesada, que tanto a mi esposa como a mí (y
por lo que pude recoger de conversaciones en la sala de espera, al resto de
pacientes) nos ha otorgado siempre un trato que supera con mucho lo que
entiendo que sería su estricta obligación.
Aunque la visita al médico, por principio, no es nunca un viaje de placer,
la verdad es que ha sido una suerte, cada vez que las circunstancias de la vida
nos obligaron a visitarla, encontrarnos en la consulta con su menuda pero
sonriente y amable persona recibiéndote con unas palabras cariñosas, de ánimo y
tranquilidad.
No podré dejar de agradecer nunca a Belén que, en una consulta que se
presentaba como rutinaria, su intuición ante un comentario que parecía
intrascendente; su concepto de la medicina, que consistía en hacer de su
consulta mucho más que la simple rutina de dispensar recetas, y de despachar en
el menor tiempo posible el mayor número de "clientes", que parece que
es, en muchos casos, en lo que se ha convertido la medicina de atención
primaria; su interés y dedicación personal, la hiciesen descubrir una grave
enfermedad que, sin apenas síntomas, seguramente hubiese resultado fatal en muy
corto plazo.
Ella nunca dudó en prolongar la conversación tanto tiempo como fuese
necesario, olvidándose de los escasos minutos que la burocracia administrativa,
tan contraria a la recomendable relación médico-enfermo, asigna a cada
consulta.
Y todo sin dejar nunca de introducir escrupulosamente en la base de datos
de su ordenador cuantas anotaciones fuesen necesarias, pero dando siempre
preferencia a la atenta escucha del paciente y a su comentario siempre atinado
y prudente, práctica que tanto reconforta a quien acude con su problema y
espera una respuesta personal y humana.
Según deduzco de mis, o de nuestras, conversaciones con Belén, cosa que
confirmo por sus recientes declaraciones aparecidas en la prensa local, deja su
trabajo forzada por razones administrativas, a pesar de su deseo y de su
intacta capacidad para continuar ejerciendo su profesión.
Creo que es una verdadera pena desperdiciar el enorme capital que la
profesionalidad y capacidad de trabajo de personas como ella pueden aportar al
bienestar común y al buen funcionamiento de ese escalón de la medicina, como es
la atención primaria, que a todos nos resulta tan necesaria y cercana.
En fin, querida Belén, que si no nos vemos en el ambulatorio, sí que
esperamos cruzarnos de vez en cuando por la calle cuando paseas con tu anciana
madre y cruzar unas palabras, o cuando acompañas a tu Cofradía de los
Estudiantes, en las procesiones de la Semana Santa o incluso en los ensayos de
los esforzados costaleros.
Seguramente que las convicciones que de estos actos se desprenden son el
fundamento del trato que siempre dispensaste a tus pacientes, a pesar de que en
ocasiones también ellos resultan impacientes y difíciles de soportar.
Muchas gracias, Belén, y a disfrutar de tu jubilación, porque la verdad es
que, aunque a nosotros nos va a resultar difícil ir a la consulta y no
encontrarte allí, bien merecida la tienes.
Conozco a Belen, desde los 16 años. Siempre ha sido amiga y excelente persona.
ResponderEliminarQuisiera ponerme en contacto con ella.
Mi correo es, matalvrod@telefonica.net
Mi nombre, Matilde Alvarez
Nos conocimos en Tapia de Casariego.
Vivo en Madrid