El gasto que en el Sistema Nacional de Salud genera la atención a los
millones de visitantes que anualmente llegan a España, se observa cada vez con
mayor interés por sus repercusiones económicas. Aunque desde los organismos
públicos relacionados con la Sanidad nadie se atreve a hablar de la existencia
de un ‘turismo sanitario’ propiamente dicho, sí se reconoce el peso importante
con que carga la Sanidad pública por los cuidados crecientes a los extranjeros,
sobre todo en algunas zonas costeras, por la presión asistencial que genera el
turismo.
Algunas comunidades autónomas, se quejan de que tienen que atender a una
población mucho mayor de la que realmente tienen censada en esas zonas, lo que
está generando situaciones de déficit, no sólo asistencial, sino económico y de
infraestructuras. Mientras tanto, el debate sobre la libre circulación de
pacientes en los países europeos reclama el establecimiento de elementos
correctores que eviten consecuencias negativas sobre los dispares sistemas
sanitarios existentes en la Unión Europea.
Por lo tanto el turismo sanitario es una realidad que pagamos todos los
contribuyentes. Pero no es nada nuevo, al contrario, es algo que se viene
denunciando desde hace tiempo, pero que por razones difíciles de comprender
para los usuarios del Servicio Público de Salud, hasta ahora nadie parecía
estar interesado en poner coto.
No obstante la pregunta que nos deberíamos de hacer es ¿cómo podemos
evitarlo?.
Claro que como estamos viendo en nuestra comunidad autónoma, si tomamos
como premisa, que el dinero del contribuyente no es de nadie, eso es lo que los
encargados de gestionarlo lo publico parecen incluso haber ya reconocido, no es
de extrañar que después pase lo que pasa.
Estos mismo días estamos viendo como se juzga el llamado “caso marea”. El
cual no está teniendo el eco y la repercusión que debiera fuera de nuestra
comunidad autónoma. Siendo el caso más grave de despilfarro cometido por los
gestores de la administración, en este caso desde la consejería de educación.
Pero también por parte de quienes los nombraron y consintieron tamaño
ladronicio, pues las cosas no ocurren por casualidad, y mucho menos, nacen por
generación espontanea.
Claro que algunos no debían de saber que las mareas son cíclicas, y tan
pronto suben como bajan. Pero mientras que la pleamar no deja ver la arena de
la playa, a las pocas horas vuelve la bajamar, y es entonces cuando todo queda
al descubierto, incluido el “culete” de algún bañista socialista.
Volviendo al caso que hoy nos atañe, algo que se debería de tener en cuenta
a la hora de atender a los pacientes que provienen de otros países, es la
obligación que el país de procedencia contrae con el de destino a la hora de
pagar las costas del gasto sanitario, el cual ocasiona en el país vecino uno de
sus ciudadanos, cosa que no siempre ocurre.
Pero si hace tiempo que este tipo de irregularidades ya estaba detectado y
sobre la mesa, es ahora al descubrir una trama cuando se toma de verdad cartas
en el asunto.
Ya que se descubre a un grupo formado por al menos catorce personas,
algunos de los cuales son de origen búlgaro, que permanecían en nuestro país
fingiendo mantener una actividad laboral, cuando su verdadera intención era
recibir la atención sanitaria que requería su delicado estado de salud. En
algunos casos precisaban diálisis, y a partir de este momento , entraban a
formar parte de las listas de espera de trasplantes en la Comunidad de Madrid.
Todo esto lo dio a conocer el director general de la Guardia Civil Arsenio
Fernández Mesa y el director de la Organización Nacional de Trasplantes, Rafael
Matesanz en rueda de prensa.
Esta operación para frenar el turismo sanitario, fue bautizada por el
instituto armado como “Renibus” , por medio de la cual se investiga a una
veintena de personas por un presunto fraude a la Seguridad Social.
Durante el transcurso de la investigación descubrieron varios casos de
personas que se habían trasladado a España, fingido trabajar -mediante
contratos falsos o inscribiéndose como autónomos pero sin realizar actividad
profesional alguna- para obtener la tarjeta sanitaria. Una vez con ella, se
accede con normalidad a los tratamientos de diálisis y también a la lista de
espera de trasplante.
De los veinte encausados, catorce son pacientes y han recibido tratamiento
de hemodiálisis. Seis de ellos, además, han accedido a un nuevo riñón pese a
haber accedido a la lista de espera mediante un supuesto fraude. Los seis
restantes solo colaboraron como falsos empleadores. Muchos de ellos estaban
dados de alta en trabajos claramente incompatibles con la diálisis.
En Bulgaria se difundieron informaciones en la prensa en la que explicaban
que si se iba a España a trabajar, se podía acceder al tratamiento de diálisis
e incluso a los trasplantes.
Según afirma Rafael Matesanz, y en base a los datos que maneja su
organización, solo el 8% de los que reciben órganos en España vienen de otros
países. Una proporción muy similar al de donantes extranjeros. Pero lo que
prendió las alarmas en este caso, fue que en muy poco tiempo aparecieron muchos
ciudadanos búlgaros en busca de tratamiento, cosa que antes nunca había
ocurrido.
Aunque el único delito imputable a estas personas es el de fraude en el
acceso a la Seguridad Social mediante las falsas altas como trabajadores. Sin
embargo, Matesanz ha explicado que en todos los casos eran pacientes jóvenes,
los cuales al tener tarjeta sanitaria, tienen el acceso a la lista de espera
como cualquier otro ciudadano.
Lo que deberíamos de preguntarnos, es hasta cuando lo vamos a consentir que
esto siga ocurriendo, más si cabe, cuando sabemos que los recursos de un tiempo
a esta parte son limitados. Por no hablar de esos otros casos que a diario se
denuncian en los medios de comunicación, donde algunos pacientes ante la falta
de recursos que viene padeciendo el Servicio Público de Salud, son abandonados
a su suerte.
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