Estos días se celebré el II Congreso de Estudiantes de Medicina,
donde se alertó sobre la deshumanización de la sanidad, algo que ya no nos coge
de sorpresa a unos cuantos. Al mismo tiempo que alguno de los profesionales
asistentes al mismo, tuvo el valor, que por otro lado lo honra, de reconocer públicamente, que “sabemos mucho
sobre como curar, pero nos olvidamos de cuidar”. Tampoco le supuso reparos reconocer,
que en algunos casos el ambiente del
hospital, “es un ambiente hostil”.
Los hospitales son
espacios creados para curar, pero en demasiadas ocasiones se están convierten
en espacios hostiles, y desgraciadamente no solo para los pacientes. Ya que desde las
propias gerencias sanitarias se están propiciando climas de tensión, que
terminan por crear una atmosfera que llega a ser irrespirable, donde lo que
menos importa es el ser humano.
El trato que
reciben los pacientes en muchas ocasiones, es la consecuencia directa del
ambiente de trabajo que rodea al profesional. Por eso que no debemos de
extrañarnos, cuando el comportamiento de los mismos se vuelve huraño, pues son
ellos los primeros en sufrir las consecuencias del mal ambiente reinante, lo
que en muchos casos los obliga a no poder llevar a cabo su labor come debieran,
propiciando entonces todo tipo de situaciones, las cuales en algunas ocasiones,
se pueden convertir en dantescas. Pero no debemos de tener la menor duda, que
todo ello viene propiciado de la toma de decisiones absurdas por parte de los
gestores.
Si algo urge
cambiar en la sanidad, pero también en otros muchos estamentos de nuestra
sociedad, son esas personas de bajo perfil y nula cualificación profesional, a
las cuales se les encarga la gestión de un proyecto sin estar capacitados para
llevarlo a cabo. Y debemos de intentar por todos los medios que no lleguen a
esos puestos de libre designación en la mayoría de los casos, pues terminan por
convertirse en un peligro para el resto de la sociedad.
Por eso que los
hospitales tienen que ser un lugar donde el paciente ingresa para mejorar de
sus dolencias, no tiene por qué sufrir en sus carnes las consecuencias de un ambiente
enrarecido, por una mala gestión. Pero además debe de ser un lugar agradable,
donde los profesionales puedan desarrollar su labor diaria, sin tener que
padecer el acoso de los gestores. El hospital fue pensado como el lugar idóneo para
el descanso, la cura y recuperación del paciente, y mal vamos cuando algunos gestores se
empeñan en que funcione como una cadena de montaje, donde solo se busca la
rentabilidad del proceso.
Algunas de las
situaciones denunciadas en este congreso deberían de ser tomadas en
consideración por parte de la administración, pues muchas de ellas bien
pudieran dar una mejor calidad al paciente durante su estancia. Para ello se
tiene que tomar en consideración la opinión de los profesionales, de aquellos
que permanecen a diario a pie de obra, que son los que verdaderamente ven y palpan
en su quehacer diario las carencias y los problemas cotidianos. Cosas tan
simples como las horas de sueño durante la estancia del paciente, la comida, o incluso
un simple pijama, el cual algunas veces vulnera la dignidad del paciente, son
cosas que deberían de tomarse en consideración, ya que formaron parte de este debate.
Se habló también de
la “deshumanización” que sufren los complejos hospitalarios, donde todos somos
parte de un sistema informático, el cual nos adjudica un número, y por tanto ya
formamos parte de una base de datos, dejamos de ser pacientes con nombres y
apellidos.
Que en dicho congreso los futuros profesionales de la medicina
sean capaces de advertir que “el primer paso para mejorar, es ponerse en la
piel de paciente, con el sano propósito de eliminar sus miedos y sus fobias, es
algo a lo que no todos están dispuestos.
Porque ellos saben mucho sobre cómo curar, pero se les olvida con
demasiada facilidad otra parte fundamental, que es la cuidar. Tienen que volver
al lado más humanista de la profesión, seguramente que con ello se conseguiría una
gran mejora en la relación médico paciente, que llevaría añadida consigo el
objetivo final que se busca, que no es otro, que la cura y la recuperación del
enfermo.
Esta última reflexión bien pudiera marcar el camino para ver la luz
al final del túnel, donde la confianza médico paciente vuelva a ser lo que en
un tiempo no muy lejano era. Pues aquel “usted” de antaño, no marca una
diferencia social, era tan solo una muestra de respeto, aprecio y admiración,
junto a la confianza que en el depositábamos, y que ahora en muchos casos está perdida.
El “póngase en mi
lugar”, pero sobre todo, el hecho de pensar en cómo le gustaría que lo trataran
a él, si estuviera al otro lado de la mesa del despacho, sería también un buen
punto de partida.
Sería bueno que algunos
bajaran a la tierra de vez en cuando, y copiaran de la eterna sonrisa que nos
encontramos en la enfermara o la auxiliar de turno, la cual a buen seguro
también luchan en su quehacer diario con algunos problemas personales y
familiares, pero su sonrisa, junto a la siempre oportuna palabra amable, prevalecen
por encima de todo.
Si sabemos cuáles
son las carencias y debilidades, pues a que estamos esperando para ponerles solución
a las mismas, pero háganlo contando con la opinión de todas las partes implicadas.
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