La pasada semana alertamos
sobre la situación que se estaba viviendo en alguno de los hospitales públicos
de referencia de nuestra región. Por aquel entonces, nada se había dicho nada
en los médicos de información.
Entretanto algunos profesionales responsables alzaban temerosos de nuevo su voz, pues en algunos momentos la
escasez de medios, podía poner en serio
peligro a los pacientes.
Y es que ya en torno al pasado
fin de semana los hospitales registraban una alta ocupación, dándose algunos
casos, donde incluso operaciones programadas debían de ser pospuestas, pues la
ingente cantidad de pacientes que recibían
las urgencias por un lado, así como la falta de camas por otro, hacían imposible
los ingresos. Claro que la falta de camas no era algo que surgiera de un día
para otro, pues venía propiciada por el cierre estival de algunas plantas en
diferentes hospitales de la red publica de salud, que después de más de seis
meses en algunos casos, no habían sido reabiertas al servicio, lo cual permitía
a la administración, no tener que realizar nuevos contratos de personal.
En la mayoría de los casos,
ante la saturación del servicio, se echo mano de imaginación, así en el
Hospital de Cabueñes complemento sus 14 camas disponibles en urgencias, con las
que la UCI de coronaria tenia disponible, evitando tener que derivar pacientes
al HUCA. Por su parte en Valle del Nalón, Cabueñes en Gijon y San Agustín de Avilés,
se encontraban al cien por cien de ocupación, mientras que el HUCA disponía
solo de tres plazas libres.
Como ya viene siendo
costumbre, desde la administración se intento quitar hierro al asunto, alegando
que la situación no se había colapsado en ningún momento, y lo sucedido, era lo
ya habitual de estas épocas del año. Por
si quedaba alguna duda, y para tranquilizar al personal, dejaron trascender, que
en el HUCA, las 32 plazas que tiene disponibles en la UCI, se habían visto totalmente
ocupadas, los primeros días del presente año, sin que ello hubiera supuesto trastorno
alguno.
Claro que no hubiera
estado de más, poder recabar la opinión de los trabajadores del servicio de
urgencias, sobre todo de aquellos que vivieron los momentos de máxima actividad,
pues como es bien sabido, el punto de vista de estos, seguramente que difiere
del que nos dan aquellos que lo ven todo liso y llano, eso si, desde la
comodidad de sus despachos.
Es de esperar que a lo
largo de la presente semana se normalicen ya todos los servicios hospitalarios,
más si cabe después de dar por finiquitadas las vacaciones de navidad. Por tanto
sería deseable, que las diferentes gerencias de las áreas sanitarias, lleven a cabo
la apertura de esas plantas que desde el verano permanecen cerradas, y si hace
falta contratar personal, que se haga y no se juegue con la vida de las
personas. Tampoco no sería de recibo, que se intente mantener un mayor número
de camas, con el mismo número de efectivos, cosa que por otra parte, es lo que
viene siendo ya costumbre por parte de
la administración, y sus diferentes gerentes de área.
Por si todo este fuera
poco, parece ser que la sanidad en Asturias tiene un nuevo defensor del
paciente, pero esperemos que también lo sea de los profesional. Pues según
parece, el grupo parlamentario de Podemos en la JG, está dispuesto a dar la
batalla, ante la permanente y más que manifiesta inanición de la izquierda plural
de “mamazares”. Por no hablar del compadreo que mantienen el PP de Asturias con
el desgobierno de la región, y la falta de interés que por el momento tiene Ciudadanos.
La colación morada ya
prepara iniciativas para presentar en la JG. Pero además advierte que lo hace, “porque
la situación alcanzó la dimensión de
drama en las UCIs, al obligar a médicos de algunos hospitales comarcales a
mendigar penosamente durante horas para que se les asignara un espacio a sus
pacientes críticos».
La esperanza dicen que es
lo último que se pierde, sería deseable que estos movimientos,
independientemente de donde vengan, sirvan para paliara algunos de los graves
problemas que padece la sanidad
asturiana, que en la mayoría de los casos, está provocada por la inanición de
una clase política anquilosada y decante.
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